El vuelo de las aves surca el cielo adaptándose a las corrientes pero sin perder de vista su objetivo, volando hacia donde quiere, vivendo del camino. Vuela como un ave y dirige tu vida en la dirección que realmente deseas, hacia donde te sentirás realmente feliz, vivendo de cada subida y bajada del viaje.
En ocasiones ese vuelo no nos parece exactamente plácido y nuestro objetivo se pierde de vista. En esas ocasiones puede llegar a atacarnos el vértigo.
El vértigo es una sensación subjetiva de desplazamiento del cuerpo y de los objetos circundantes, que puede ser rotativa, vertical u horizontal, pero siempre en la misma dirección (no confundir con el mareo). Corresponde a una afección de una parte del oído interno que es el órgano del equilibrio.
La persona que padece vértigo vive una situación en la que tiene la impresión de perder la vertical, de perder el equilibrio que antes tenía, aun cuando la vida supuestamente equilibrada que tenía no respondiera necesariamente a sus necesidades. Siente agobio ante la idea de tomar una decisión, de moverse hacia lo nuevo.
En el fondo de este tipo de problemas subyace la agobio de no poder resolver los problemas de la vida.
Queremos que nuestra vida se mantenga sin cambios, que nuestra sensación de equilibrio y tranquilidad prevalezca porque cuando nos enfrentamos a nuevos retos, cuando nuestro mundo se trastoca, tenemos miedo de no ser capaces de volver a estabilizarlo todo de nuevo.
En otras ocasiones intentamos alcanzar nuestros deseos pero nos sentimos incapaces de superar las dificultades que nos encontramos durante el proceso. En lugar de buscar una solución nos sentimos superados, nos frustramos, dudamos de nosotros mismos. Nuestros deseos permanecen insatisfechos.
La persona que sufre de vértigo se refugia en él como un obstáculo insalvable para no tener que intentar solucionar los problemas que le acosan, para no lidiar con los cambios que teme no poder solventar. No desea salir de su zona de confort.
También es posible que esta persona acabe de realizar algunos cambios que no parecen equilibrados a sus ojos o a los de los demás. El juicio de otras personas le causa problemas, aunque no quiera aceptarlo.
Si es una persona insegura, aunque crea que está tomando la decisión correcta el peso de la opinión de los demás pesa más que la suya propia y surge el vértigo.
Cuando tienes vértigo recibes el importante mensaje de que escuches tus verdaderas necesidades y cambies tus conceptos con respecto a lo que es una vida o una persona equilibrada. Cuanto más alimentes el miedo de no serlo, más posibilidades habrá de que tu vida se desequilibre.
Tener vértigos o desmayos es un modo de huir de un suceso o una persona que me niego a ver u oír. Puedo tener la sensación de que una situación evoluciona demasiado rápido para mí y tengo miedo de los cambios que traerá en mi vida. Es como si no tuviera referencia para dirigirme y por lo tanto puedo tener la impresión que “mi padre”, o el que representa la autoridad, está ausente o que debería ayudarme más en cuanto a las direcciones por tomar. Prefiero cerrarme, huyo. Quisiera controlarlo todo, tanto lo que sucede en mi interior como en el exterior mío pero, siendo esto imposible, me vuelvo inestable y ansioso. En la mayoría de los casos, si padezco de vértigos y desmayos, puedo sufrir hipoglicemia. Es importante que descubra la alegría de vivir, que me ofrezca algunos dulces y que haga confianza al porvenir.
Para equilibrar el sentido del equilibrio en nuestro oído interno, solucionando el problema de vértigo, hacemos el ejercicio de vuela como un ave.
Para hacer este ejercicio simularemos con nuestro cuerpo el movimiento de un ave volando.
Empezaremos desde la ubicación del jinete, con las piernas abiertas más o menos la distancia de nuestras caderas, las rodillas ligeramente flexionadas y la espalda recta.
Inspiramos estirándonos, elevando el cuerpo, incluso levantando los talones y poniéndonos de puntillas.
En el mismo movimiento levanta las manos hasta la altura de los hombros, con los codos medio doblados y muy cerca del cuerpo (aunque no completamente pegados). Las manos guiarán el movimiento con las palmas mirando hacia abajo y las muñecas dobladas.
Después bajaremos el cuerpo, pegando primero los talones al suelo y luego doblando las rodillas mientras bajamos las manos hasta la altura de los muslos.
Durante este movimiento de descenso iremos expulsando el aire de los pulmones poco a poco, mantendremos los codos prácticamente pegados al cuerpo y doblaremos las muñecas para que las palmas de las manos queden mirando hacia afuera.
Repetiremos el ejercicio 6 veces.
Gracias :\\\\\\\\