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VITILIGO Y BIONEUROEMOCIÓN: MANCHA FAMILIAR, SEPARACIÓN BRUTAL

El vitíligo es una disfunción de la piel caracterizada por la presencia de manchas blanquecinas que delatan la ausencia total o parcial de melanocitos, las células responsables de la pigmentación. Estas manchas aparecen en forma de parches de tamaño y forma irregulares cuando, por la destrucción total o parcial de melanocitos, la producción de melanina se reduce notablemente.

Las partes del cuerpo más afectadas suelen ser la cara (vitiligo acrofacial), los dedos, las manos, los codos, las axilas las rodillas, las caderas, los pies, el pubis, y los genitales, indistintamente en uno u otro lado del cuerpo ya sea diestra o zurda la persona. También es común su aparición en las partes del cuerpo que delimitan dos tipos de piel, por ejemplo la zona próxima a las fosas nasales, el borde de labios, la región anal, los párpados o l as orejas). La aparición de vitiligo no altera la textura de la piel en la zona afectada ni resulta contagiosa. Es una disfunción de consecuencias principalmente estéticas y, por tanto, con claras repercusiones psicosociales.

Son zonas despigmentadas que pueden aparecer repentina o progresivamente y que presentan unos bordes nítidos. Habitualmente experimentan un crecimiento progresivo pueden llegar a causar otros cambios cutáneos como encanecimiento del pelo en las zonas afectadas e incluso alopecia areata.

El vitiligo aparece con mayor frecuencia en personas jóvenes, sobre todo menores de veinte años; pero, en general, puede afectar a personas de cualquier edad. Se calcula que su prevalencia oscila entre el 0,5 y el 3 % de la población mundial, sin que se hayan observado diferencias en razón de contacto fisico o raza.

La medicina clásica occidental considera que la aparición del vitiligo obedece a factores genéticos y a una reacción defensiva del sistema inmunitario frente a situaciones de estrés, cambios hormonales, quemaduras, etc. Esta reacción del sistema inmunitario tiene como resultado la producción de unos anticuerpos que destruyen los melanocitos, afectando, en consecuencia, a la pigmentación cutánea.

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Tradicionalmente, la medicina considera dos distintos tipos de vitiligo:

– Vitiligo simétrico. Es el más común. Las manchas aparecen a ambos lados del cuerpo, ocupando zonas similares, con manchas también de tamaño similar a uno y otro lado.

– Vitiligo segmentario o asimétrico. Se caracteriza porque las manchas blanquecinas aparecen sólo en un lado del cuerpo y éstas crecen progresivamente durante los primeros seis meses desde su aparición para después quedar en fase de estabilización sin apenas cambios.

El vitiligo es una de esas disfunciónes para las que la medicina occidental no ha encontrado todavía un tratamiento realmente eficaz y satisfactorio. Entre las opciones que se ofrecen más habitualmente está la fototerapia dermatológica, es decir, la exubicación de las zonas afectadas a rayos ultravioleta tratando de incrementar la sensibilidad a la luz de la piel. Otras opciones más agresivas pasan por la práctica de injertos o, en último extremo, cuando la mayor parte del cuerpo está afectada, se puede proceder a despigmentar la piel no afectada buscando restablecer de ese modo un cierto equilibrio estético. Otra opción, menos traumática, sin duda, consiste en aplicar maquillajes y tintes que sirven para camuflar el vitiligo.

La descodificación biológica del vitiligo nos lleva a poner el foco de atención en las causas emocionales que lo causan y su inequívoco sentido biológico en lugar de limitarnos a contemplar la mera manifestación física o cutánea.

De forma genérica, las disfunciónes de la piel implican conflictos de separación, de pérdida de contacto corporal con nuestros seres queridos y habituales. El común denominador de todas las disfunciónes de la piel es el amor. Sentirse o no tocado hace referencia de forma inequívoca a sentirse querido, comprendido, apoyado, amado. De esas situaciones de falta ese contacto pueden surgir estados emocionales de miedo, agobio o sensación de estar bajo amenaza.

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Por otra parte, la piel simboliza y representa nuestra identidad, nuestra individualidad. Por tanto, los problemas de piel atentan o ponen en duda nuestra imagen y, con ello, nuestra propia identidad en un mundo en el que imperan, sobre todo, las apariencias externas.

Cuando hay problemas de piel también suelen ser conflictos de sentirse sucio, manchado, desprotegido, deshonrado, atacado en la integridad y la dignidad. Por tanto, puede haber situaciones vividas y sentidas con vergüenza, con mancillamiento, sobre todo en personas muy sensibles que dan demasiada relevancia a las palabras, juicios y opiniones que sobre ellas hacen los demás.

Todos estos aspectos genéricos de la descodificación biológica de las disfunciónes de la piel deben tenerse muy en cuenta a la hora de afrontar en terapia el vitiligo; pero esta disfunción presenta matices muy precisos. El vitiligo pone en evidencia que la persona afectada sufre de manera muy profunda y con culpa la separación. Es posible que sienta como un rechazo personal la distancia y la pérdida de contacto. Puede sentirse culpable por no haber sido capaz de evitar una separación vivida y sentida como brutal, llegando incluso a desvalorizarse por ello. Es así como se general el sentimiento de mancha con respecto a esa circunstancia concreta.

El cambio físico externo y estético que causa la aparición de las zonas despigmentadas crea la sensación angustiosa de pérdida de identidad. Las inequívocas manchas blanquecinas generan un sentimiento inconsciente de ser distinto, de estar marcado, de no pertenecer al clan o a la familia. De esa marca externa también surgen sentimientos de mancha y, por ende, de una impureza y una suciedad que no se puede ocultar.

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Por otra parte, la persona enferma de vitiligo puede estar expresando en su cuerpo un conflicto de suciedad del clan. En ese caso, se debe estudiar con detenimiento el Árbol Genealógico y el Proyecto Sentido para detectar el origen y naturaleza de ese conflicto porque es probable que la persona afectada haya recibido, por lealtad y afinidad transgeneracional, el mandato inconsciente de “limpiar” esa suciedad pretérita. El vitiligo tiene, por tanto, el sentido biológico de limpiar, de propiciar que entre más luz para diluir la mancha familiar. Simbólicamente, el vitiligo representa un anhelo inconsciente de volverse transparente para que la luz ilumine aquello que por mucho tiempo, incluso durante generaciones, estuvo oculto, escondido en lo más recondito, por resultar traumático o vergonzoso.

La persona que sufre vitiligo ha asumido el mandato transgeneracional inconsciente y la responsabilidad de limpiar la mancha del clan. Ha aceptado ser ella quien abra las ventanas de par en par para que los secretos salgan a la luz. Esa persona debe analizar y tomar conciencia de los conflictos, de los secretos y de las suciedades familiares.

Además del sentido biológico que entraña el vitiligo, en terapia resulta fundamental analizar el Proyecto Sentido y, sobre todo, el Transgeneracional, ya que esta disfunción casi siempre se gesta en las generaciones previas. En definitiva, el vitiligo es la manifestación inconsciente de traumas transgeneracionales no resueltos que deben ser comprendidos e integrados emocionalmente por la persona afectada para desactivar esos programas inconscientes y, así, poder liberarse de manera definitiva de la disfunción.