Lealtades Invisibles. Para Ivan Boszormenyi-Nagy (Terapeuta), las relaciones son un nexo mucho más significativo que los modelos transgeneracionales de la comunicación, de las relaciones que deben tener en cuenta la justicia y la equidad en el seno de la familia.
A través de estas relaciones, es la vida, su vida, que nos transmiten los ancestros y que transmitimos a la posteridad. En su consulta, Boszormenyi-Nagy hacía hablar largamente a sus clientes de su vida, porque, para él, el objetivo, la fuerza de la intervención terapéutica, sería la restitución de una ética de relaciones transgeneracionales.
Lo que más flama mi atención, es que los terapeutas fundadores de lo transgeneracional, – aunque las relaciones con los “padres de los padres”, los nexos con los ancestros corren a lo largo de la reflexión y práctica terapéutica desde Freud, de un modo o de otro – proceden todos de Europa del Este y de Europa Central.
(Quizás se deba este hecho a la herencia de la emigración y de la doble cultura?)
Quizás es esto una prueba más del arraigamiento de cada cual en su “cultura”, en sus “raíces”, que sea consciente o más bien inconsciente.
En los países del Este, en Europa Central como en Rusias, en los Eslavos como alrededor del Mediterráneo, la familia es un “átomo social” muy fuerte, un nido, un clan soldado, una “matriz”, a partir de la cual uno se construye, encuentra su identidad.
Para mí, es evidente: esto lo es sobre todo porque, criada en París, educada desde mi más tierna infancia por la escuela pública Francesa y su universidad (Instituto Molière y Sorbona), cunada (en París) por los cuentos eslavos de mi bisabuela rusa, Elena, pero formada en los Estados Unidos (en la universidad del Michigan: Ann Arbor, Research Center for Group Dynamics) luego por Moreno, que él también viene de estos países Europeos (que le dieron una imaginación creadora y una apertura cálida al otro, fuera de lo común) siento en alguna parte que soy lo que soy justamente por mis múltiples raíces que penetran en varias culturas, lenguas y tradiciones.
Es el silencio fundador (como en el análisis en donde sucede todo).
Iría incluso más lejos diciendo que Françoise Dolto-Marette, que fue uno de mis dos analistas, fue esta terapeuta fuera de serie quizás porque su marido Boris había compartido con ella este carisma eslavo, radiante de todo su ser, de su propio cuerpo, que le había sido legado por sus ancestros (entre los cuales una lejana abuela india de América a quien ella atribuía su intuición).
Los conceptos de Ivan Boszormenyi-Nagy.
Después de esta breve paréntesis personal, quisiera analizar el concepto de lealtad, uno de los conceptos clave en el pensamiento de Boszormenyi-Nagy, concepto que se refiere a dos niveles de comprensión. Un nivel “sistémico”, es decir a un sistema social, y un nivel individual, es decir psicológico.
La lealtad se compone de la unidad social que depende de la lealtad de los miembros del grupo, el cual grupo cuenta con la lealtad de sus miembros y de los pensamientos, las motivaciones de cada uno de los miembros como individuo. De aquí el concepto de justicia y de justicia familiar. Cuando no está hecha justicia, esto se traduce por la injusticia, la mala fe, la explotación de los miembros de la familia los unos por los otros, (a veces por la huida, el desquite, la venganza), incluso por la enfermedad o el accidente repetitivo.
Cuando de otro modo hay afecto, atenciones recíprocas y las cuentas familiares están mantenidas al día. Se puede hablar de balanza de las cuentas familiares y del gran libro de las cuentas de la familia, en el cual se ve, si está en crédito o en débito, si se tienen deudas, obligaciones, méritos, sin lo cual se tiene, generación tras generación, una serie de problemas.
La parentificación.
El tercer concepto fundamental de Boszormenyi-Nagy es el de parentificación.
La parentificación, es una inversión, una mala concepción de los méritos y de las deudas. La deuda más importante de la “lealtad familiar”, es la de cada hijo frente a sus padres por el amor, el cariño, los cuidados, el cansancio y las atenciones que recibió desde su nacimiento hasta el momento en que se vuelve adulto. El modo de liberarse de sus deudas es transgeneracional, es decir que lo que hemos recibido de nuestros padres, lo devolvemos a nuestros hijos. Lo cual no impide, cuando nuestros padres se vuelven viejos, que tengamos hacía ellos unas atenciones y deudas, entre las cuales la de ayudarles a vivir sus últimos años, pasar de la vida a la mas allá.
Pero la “parentificación”, es la inversión de los valores, es decir la situación en la cual los hijos, incluso de cierta edad, se vuelven los padres de sus propios padres.
Tomemos un ejemplo clásico, simple.
Hay cierto número de familias, sobre todo familias modestas o rurales, en que la hija mayor tiene el papel de madre y en que la madre agotada por el cansancio, por los nacimientos excesivos de los niños, realmente enferma o supuestamente enferma, se hace curar, ayudar, y sostener por su hija, la cual nunca se casa. Nunca “hace su vida” porque cuida de su madre mayor enferma, o de sus padres viejos y enfermos; es una distorsión malcura de las relaciones, de los méritos y de las deudas; es lo que se flama la parentificación. Un hijo que debe volverse padre muy joven (incluso a los cinco años por ejemplo), apoyar a su madre, cuidarse de sus padres y de su familia, está en desequilibrio relacional significativo –desequilibrio que se descubre por un análisis del lugar y papel de los hijos en el mundo familiar.
Es difícil comprender los lazos transgeneracionales, el “libro de los méritos y las deudas”, porque nada está claro, cada familia tiene su propio modo de definir la lealtad familiar y la justicia. No es en absoluto un concepto objetivo.
Para comprender bien, se debería hacer un estudio transgeneracional o longitudinal de la familia, extendido sobre tres generaciones por lo menos, cinco preferentemente, de modo a determinar el funcionamiento de los sistemas vigentes. Para esto, hay que tener en cuenta la información retrospectiva, es decir los recuerdos de los vivos sobre idos, lo que la gente actual sabe de su familia y lo que les actúa aun cuando no sepan conscientemente lo que saben, en lo dicho y lo no- dicho, en lo consciente y lo no – consciente de lo que fue transmitido, desde el punto de vista de la familia.
El mito familiar o la saga de la familia.
Aquí se toca el campo de un mito familiar, que sólo se aclara cuando se entiende el sistema, este conjunto de unidades mutuamente interdependientes.
Para Boszormenyi-Nagy, el individuo es una entidad biológica y psicológica, añadiré psicosocial, cuyas reacciones están determinadas tanto por su propia psicología como por las reglas del sistema familiar. En un sistema familiar, las funciones psíquicas de un miembro acondicionan las funciones psíquicas de otro miembro: hay una regulación recíproca perpetua y las reglas que se refieren al funcionamiento del sistema familiar son tan implícitas como explícitas, pero esencialmente implícitas. Y los miembros de la familia no son conscientes de ello.
Lo esencial de las reglas se considera como adquirido y “lógico”: “en nuestra familia”, por lo tanto sin explicación.
El mito familiar se vuelve manifiesto a través del patrón de funcionamiento: ciertos se organizan según patterns que consideraría “malsanos” – pero no sé cómo cualificar de otro modo la traición, la vendetta, el asesinato, la defensa cura o malcura del “honor de la familia”. Estos ritos forman un conjunto, una especie de todo, de Gestalt relacional que está estructurado inconscientemente y que implica a todos los miembros de la familia. Cada uno de estos ritos contribuye a “equilibrar las cuentas familiares”, la ubicación o “la actitud explotativa” que está equilibrada o no por una “actitud generosa”. Por momentos, explotamos a nuestra familia y la situación. Un hijo “explota” a su familia porque se hace mantener, alimentar, albergar, etc. y, al mismo tiempo, les da amor u otra cosa; hay una balanza – un equilibrio – entre lo que está recibido y dado, sino, síntomas más o menos graves aparecen.
La herencia moral es tan importante, pensamos, como la herencia profesional o económica. Este código personal determina la escala de los méritos, ventajas, obligaciones y responsabilidades que son reacciones aprendidas, que están inscritas en la historia de la familia, la historia vivida y genética de la familia, que se puede volver a encontrar.
Un ejemplo personal:
Voy a coger un ejemplo personal.
Cuando era estudiante de psicología, estaba casada, teníamos un hijo; teníamos, como mayoría de parejas de estudiantes jóvenes, dificultades financieras. Una de mis primas (Annette) me propuso espontáneamente prestarme dinero.
Lo acepté sin sentirme ni obligada ni culpable. Este dinero, cuando terminé mis estudios y empecé a trabajar, lo devolví. Sin embargo, mis colegas de trabajo no entendían cómo mi pequeña prima me había propuesto dinero tan fácilmente y cómo había podido, yo, aceptarlo sin problemas.
Y reflexionando ahora, me acordé que mi abuelo muy joven ya era huérfano, y el mayor de seis hijos. Fueron recogidos por su abuelo (mi tartarabuelo) y criados con los hijos del segundo matrimonio. Mi abuelo, huérfano a los catorce años, empezó a trabajar muy temprano, para ayudar a criar a sus hermanos y hermanas y ofrecerles estudios superiores. Por lo tanto, en alguna parte, en el inconsciente de mi familia, hay “adquirido de méritos” frente a los propios hermanos y hermanas. Más tatempera, después de terminar sus estudios en Suiza, una de sus hermanas contribuyó a la apertura de un laboratorio de productos farmacéuticos; se había casado, al inicio del siglo XX, con un químico y farmacéutico. Ganaron un poco de dinero, luego se establecieron en París. Mi prima, que era una descendiente de esta hermana de mi abuelo, me propuso pues prestarme dinero.
En alguna parte, había un “préstamo para devolver”, un equilibrio. Me dijo: “Me lo devuelves si puedes, pero si quieres, no me lo devuelvas; me lo devuelves más tatempera, o dentro de cinco años, o dentro de cincuenta años, no tiene ninguna importancia.” Y con “el sistema de las cuentas familiares”, comprendo muy bien que esto le parecía normal y a mí también, porque ella y yo sabíamos que entre su abuela y mi abuelo, había habido intercambios afectuosos (lo que Boszormenyi-Nagy flama una “actitud generosa”).
Todos los descendientes de los hermanos y hermanas de mi abuelo se encontraban en alguna parte en deuda de cara a él, (el mayor). Todos le querían mucho. Y cuando mi abuelo llegó a mayor, y que tuvimos, en París, en nuestra familia, reveses de fortuna (después de la gran época de 1929), los descendientes de los unos y de los otros nos invitaban. Vivíamos en París: mi tía en segundo grado (Natalia) ayudó a mi abuelo y a mi abuela: esto mejoraba la situación y era un gesto cálido que reconfortaba. No se firmaban ningunos papeles.
Nunca se hablaba de dinero. Pasábamos todos gran parte de nuestras vacaciones en una gran granja que recibía huéspedes de pago, en Bas-Rez; ellos, el hermano y la hermana, con sus cónyuges y nosotros, los primos – tres generaciones.
Los vínculos familiares se mantenían y reforzaban.
En alguna parte, se devolvía una deuda, y esto, a todos, nos parecía normal. Nunca hubo papeles escritos intercambiados, ni “reconocimiento de deudas” firmadas.
Cuando mi prima en segundo grado me prestó dinero, rehusó que le firmara ninguna papel (de deuda). Naturalmente, devolví este dinero.
Cuando, treinta años después, espontáneamente, pasando delante de una joyería, ofrecí pendientes de oro a su hija, me acordé que mi prima – ida luego en un accidente de avión- me había ofrecido pendientes de bisutería – y prestado dinero. Estos anillos de oro eran pues simbólicos también.
A Través de: Akasha Sanación Integral – Elizabeth Romero Sánchez y Edgar Romero Franco.
Tomado del libro “Ay mis Ancestros” de Anne Ancelin Schutzenberger.
MUY BUENO.
no puedo ni descargar ni copiar el archivo diganme por favor
Cristina Pesce Serra