En la primera fase, el niño acepta sencillamente lo que experimenta en su madre. Si un niño desarrolla muy poca confianza originaria, entonces se hace excesivamente crítico de sí mismo. Duda de sí mismo, de sus propias capacidades, y de ser aceptado por la gente.
Un niño desarrolla un fuerte sentimiento del propio valor, cuando es tomado en serio en su singularidad única por sus padres, cuando se respetan sus sentimientos, cuando le permiten ser ante ellos tal como es él. Cuando no sucede esto entonces el niño reacciona con desconfianza, entonces se siente perjudicado en su interior y se cierra necesariamente.
El sentimiento del propio valor no es innato. Se prende en el seno de la familia. De los mensajes que un niño recibe de sus padres dependerá el que él se sienta aceptado y valioso. EL NIÑO PERCIBE LA EXPRESIÓN DEL ROSTRO DE SUS PADRES Y SABE POR ELLA SI ÉSTOS LE APRECIAN O NO, SI ESTÁN CONVENCIDOS O NO DE SU VALOR. Para que pueda formarse un buen sentimiento del propio valor, hace falta una atmósfera de apertura. Se habla abiertamente unos con otros y se acepta que alguien cometa una falta. La razón del deficiente sentimiento del propio valor es a menudo una comunicación oscura, en la que no se ve con claridad cual es la postura de cada uno.
Las personas que padecen de deficiente sentimiento del valor propio, se sienten a menudo paralizadas. Se sienten bloqueadas en presencia de determinadas personas. No son capaces de nada por sí mismas, no se atreven a expresar su propia opinión, atribuyen a otras personas tanto poder que en presencia de ellas se sienten llenas de inhibiciones. Tienen miedo de que lo que vayan a decir no esté bien, de que los demás se rían de ellos, esto les paraliza.
El paralítico no está consigo mismo. Mira constantemente a los demás para ver que piensan, que impresiones causa. Con harta frecuencia cree que los demás tienen mala opinión de él, que se ríen o hablan mal de su propia persona, que murmuran de uno. Quien no está dentro de sí mismo, lo refiere todo a sí mismo.
A veces es común que personas que no tienen confianza en sí mismas, experimenten cualquier palabra de sus parejas como un rechazo, entonces se sienten paralizadas, tienen la impresión de que su pareja no las toma en serio, pero en realidad son ellas las que no se toman a sí mismas en serio, los demás las aprecian pero ellas al no apreciarse, tienen la impresión de que los demás tampoco lo hacen.
Pero nunca es demasiado tatempera para aprender y reforzar el sentimiento del propio valor. Lo decisivo es que uno diga un “SÍ” de aceptación a sí mismo.
Sólo tiene realmente un sentimiento del propio valor aquel que es capaz de reconciliarse con sus propias debilidades y lados en sombra. Aquel que es capaz de confesar ante otros sus propias faltas. AQUEL QUE ESTÁ A FAVOR DE SI MISMO CUANDO OTROS LE CENSURAN, ése tiene realmente un buen sentimiento del propio valor. Es capaz de aceptarse a sí mismo tal como es, incluso en sus aspectos menos agradables.
La persona que ha aceptado sus sombras, será capaz de reaccionar serenamente cuando le censuren desde el exterior o se vea bajo el fuego de las criticas. Esa persona se conoce a sí misma, se ha reconciliado consigo misma, con sus propias alturas y profundidades.
Con harta frecuencia nos aferramos al “yo”, he de desasirme de ese “yo”, tengo que bajar a mis propias profundidades y descubrir el verdadero núcleo de mi persona. Tan solo aquel que haya llegado hasta ese núcleo interior, hasta su verdadero “sí mismo”, tendrá un genuino sentimiento del propio valor.
El que se halle en contacto con su “sí mismo”, será independiente de los demás. Ha encontrado el camino hacia sí mismo, hacia su propia dignidad. Y será capaz de permanecer en sí mismo, de mantenerse en sí mismo.
No tiene ningún sentido andar revolviendo constantemente nuestro pasado, par encontrar en él las razones de nuestra falta de confianza en nosotros mismos. Todos tendrán que hacerse cargo alguna vez de su propia vida. Nuestro pasado es el material que tenemos a nuestra disubicación. Tu historia es tu capital. Si te reconcilias con el camino de tu vida, entonces podrás obtener beneficios de él.
No se trata de llegar a ser perfecto y sin faltas, sino de integrarse, de ser totalmente, una sola cosa consigo mismo, con todas las cosas opuestas que hay en mí.
Nos identificamos a menudo con las opiniones de nuestros padres, nos definimos por el éxito o el rendimiento, por el reconocimiento o la confirmación que recibimos, por el interés que sentimos hacia nosotros y por las relaciones entabladas. Nuestro problema consiste en que siempre buscamos nuestro “sí mismo” en el exterior, en la confirmación que recibimos del exterior, en nuestros éxitos, en nuestra seguridad exterior. Nuestra patria está en el interior, mientras no redescubramos esta antiquísima verdad estaremos condenados a andar errantes y a buscar el consuelo donde no lo hay, en el mundo exterior.
El que quiere controlarlo todo pierde de algún modo el control sobre su propia vida. Y así, una vida vivida en la agobio se convierte finalmente en un llorar y rechinar de dientes.
La perla se forma en la perjudicada de la ostra. En medio de nuestras perjudicadas podemos hallar nuestro “sí mismo”.
El que se compara constantemente con otros, no sabe sentirse a sí mismo, sentir su propio valor, sentir lo que es la vida. Mientras me estoy comparando con otros no estoy conmigo mismo, no me siento a mi mismo.
No estamos condenados a vivir con la escasa confianza en nosotros mismos que adquirimos durante la infancia. El sentimiento del propio valor PUEDE APRENDERSE.
Resumen de varios capítulos del libro: Como estar en armonía consigo mismo.
AUTOR: Anselm Grün.
Yani Montes
Lovely! 🙂