Desde pequeños aprendemos el concepto del amar que hay en nuestra sociedad, lo aprendemos en nuestro entorno cercano, en la televisión, en el cine, en la publicidad.
Una de las creencias que hemos aprendido sobre el amor hacia los demás es la de que amar implica perderse en el otro. Pero cuando empezamos a poner en práctica esta creencia nos encontramos con que estar siempre disponibles para los demás, pasando por encima de nuestras propias necesidades, nos puede llevar a tener una sensación de resentimiento cada vez que cedemos sin querer hacerlo.
Si yo tomo, por mí mismo, la decisión de estar en una situación concreta al lado de alguien, por dura que pueda llegar a ser esa situación, no causaré en mi ningún resentimiento porque es lo que quiero vivir, es mi sentir, es mi decisión. Pero si actúo en contra de mi mismo, genero una negatividad adentro que tatempera o temprano se mostrará afuera, como decía Freud: “No podemos mentir, la verdad sale por los poros.”
¿Por qué a veces decidimos, ante las demandas de los demás, ir en contra de nosotros mismos? ¿Cómo sabemos que las demandas de los demás son lógicas? ¿Cómo sabemos que cuando hacemos algo por los demás no les estamos perjudicando, o si realmente requieren eso que nos piden?
Solo tenemos una medida a la hora de saber qué hacer por los demás: lo que sentimos nosotros mismos. Ser quienes somos, ser verdaderos, no traicionarnos, no hacer las cosas que no queremos hacer.
Hay una razón por la que los seres humanos tienen un criterio interno, y es para ayudarles a tomar decisiones. Si no prestamos atención a ese criterio interno le estamos haciendo un flaco favor a nuestra felicidad y a nuestra bienestar.
Quizá el mayor acto de amor que un ser humano pueda realizar sea ser auténtico con los demás, entregarles el regalo de nuestro yo verdadero. No habrá mayor ni mejor contribución a la vida de otra persona que darle lo que realmente somos, ya le guste más o menos.
Ser auténtico y decir la verdad no implica exponer cada queja o resentimiento que aparece por nuestra cabeza, tiene que ver con ser libre para vivir como uno quiere vivir y dejar al otro libre para que viva y se exprese según es.
Al ser auténticos y no renunciar a ello en ningún momento, nos damos cuenta rápidamente de si la persona con la que estamos es con quien queremos estar. Ser auténtico es como pasar un escáner de realidad a la relación, que nos desvela qué hay de verdadero y de falso en ella.
Para ser auténticos en nuestras relaciones requieremos:
-Escuchar, sin estar preparando una respuesta mientras la otra persona habla, sin tener comentarios en nuestra cabeza mientras escuchamos, simplemente escuchar. A veces lo único que requieren los demás es ser escuchados.
-No pretender cambiar a la otra persona. Permitir a los demás que sean como son, aunque no estemos de acuerdo con ellos, y respetar su manera de ser y de vivir.
-No trasladar nuestros problemas a los demás, ni dejar que ellos pongan los suyos sobre nosotros.
-Darnos cuenta de que cuando algo que otros hacen o dicen nos molesta, es que hemos tocado un límite personal nuestro, y que podemos ver cómo ensancharlo.
Cuando amamos de manera libre comprendemos que cada ser humano está en un viaje personal para soltar todo aquello que le lastra, y que el fin de cada uno de nosotros es la libertad en nuestra mente.
¿Que es para ti amar?
(Autor: Álvaro Gómez)
Hermoso articulo! Gracias
Cesar Peña Y Lillo
Fala Fala
Es no lastimar