ALEGORÍA DEL CARRUAJE DE JORGE BUCAY

ALEGORÍA DEL CARRUAJE

Escrito por Evolucion Consciente

Las publicaciones son de autores muy interesantes que hemos leído y que compartimos para el beneficio de muchas personas que requieren ayuda. Si tu eres uno de esos autores y consideras que tu articulo no debe estar en nuestro blog, por favor escríbenos y lo retiraremos sin problemas

04/09/2016

En sus cuentos para reflexionar Jorge Bucay nos ofrece verdaderas joyas, en esta ocasión os traemos la alegoría del carruaje una hermosa metáfora de lo que somos. A viverla…

Un día de octubre, una voz familiar en el teléfono me dice:

-Salí a la calle que hay un regalo para vos.

Entusiasmado, salgo a la vereda y me encuentro con el regalo. Es un precioso carruaje estacionado justo, justo frente a la puerta de mi casa. Es de madera de nogal lustrada, tiene herrajes de bronce y lámparas de cerámica blanca, todo muy fino, muy elegante, muy «chic».

Abro la portezuela de la cabina y subo. Un gran asiento semicircular forrado en pana bordó y unos visillos de encaje blanco le dan un toque de realeza al cubículo.

Me siento y me doy cuenta que todo está diseñado exclusivamente para mí, está calculado el largo de las piernas, el ancho del asiento, la altura del techo… todo es muy cómodo, y no hay lugar para nadie más.

Entonces miro por la ventana y veo «el paisaje»: de un lado el frente de mi casa, del otro el frente de la casa de mi vecino… y digo: «¡Qué bárbaro este regalo! «¡Qué bien, qué lindo…!» Y me quedo un rato vivendo de esa sensación.

Al rato empiezo a aburrirme; lo que se ve por la ventana es siempre lo mismo. Me pregunto: «¿Cuánto tiempo uno puede ver las mismas cosas?» Y empiezo a convencerme de que el regalo que me hicieron no sirve para nada. De eso me ando quejando en voz alta cuando pasa mi vecino que me dice, como adivinándome:

-¿No te das cuenta que a este carruaje le falta algo? -Yo pongo cara de qué-le-falta mientras miro las alfombras y los tapizados.

-Le faltan los caballos – me dice antes de que llegue a preguntarle.

Por eso veo siempre lo mismo -pienso-, por eso me parece aburrido.

-Cierto – digo yo.

Entonces voy hasta el corralón de la estación y le ato dos caballos al carruaje. Me subo otra vez y desde adentro les grito:

-¡¡Eaaaaa!!

El paisaje se vuelve maravilloso, extraordinario, cambia permanentemente y eso me sorprende. Sin embargo, al poco tiempo empiezo a sentir cierta vibración en el carruaje y a ver el comienzo de una rajadura en uno de los laterales.

Son los caballos que me conducen por caminos terribles; agarran todos los pozos, se suben a las veredas, me llevan por barrios peligrosos. Me doy cuenta que yo no tengo ningún control de nada; los caballos me arrastran a donde ellos quieren.

Al principio, ese derrotero era muy lindo, pero al final siento que es muy peligroso. Comienzo a asustarme y a darme cuenta que esto tampoco sirve. En ese momento veo a mi vecino que pasa por ahí cerca, en su auto. Lo insulto:

-¡Qué me hizo!

Me grita:-¡Te falta el cochero!

-¡Ah! – digo yo.

Con gran dificultad y con su ayuda, sofreno los caballos y decido contratar un cochero. A los pocos días asume funciones. Es un hombre formal y circunspecto con cara de poco humor y mucho conocimiento.

Me parece que ahora sí estoy preparado para viver verdaderamente del regalo que me hicieron. Me subo, me acomodo, asomo la cabeza y le indico al cochero a dónde ir.

Él conduce, él controla la situación, él decide la velocidad adecuada y elige la mejor ruta. Yo… Yo vivo el viaje.

«Hemos nacido, salido de nuestra casa y nos hemos encontrado con un regalo: nuestro cuerpo. A poco de nacer nuestro cuerpo registró un deseo, una necesidad, un requerimiento instintivo, y se movió. Este carruaje no serviría para nada si no tuviera caballos; ellos son los deseos, las necesidades, las pulsiones y los afectos.

Todo va bien durante un tiempo, pero en algún momento empezamos a darnos cuenta que estos deseos nos llegaban por caminos un poco arriesgados y a veces peligrosos, y entonces tenemos necesidad de sofrenarlos. Aquí es donde aparece la figura del cochero: nuestra cabeza, nuestro intelecto, nuestra capacidad de pensar racionalmente. El cochero sirve para evaluar el camino, la ruta.

Pero quienes realmente tiran del carruaje son tus caballos. No permitas que el cochero los descuide. Tienen que ser alimentados y protegidos, porque… ¿qué harías sin los caballos? ¿Qué sería de vos si fueras solamente cuerpo y cerebro?

Si no tuvieras ningún deseo, ¿cómo sería la vida? Sería como la de esa gente que va por el mundo sin contacto con sus emociones, dejando que solamente su cerebro empuje el carruaje. Obviamente tampoco podés descuidar el carruaje, porque tiene que durar todo el proyecto. Y esto implicará reparar, cuidar, afinar lo que sea necesario para su mantenimiento. Si nadie lo cuida, el carruaje se rompe, y si se rompe se acabó el viaje…»

Más de este blog…

LOS OJOS REFLEJAN COMO ESTAMOS

LOS OJOS REFLEJAN COMO ESTAMOS

....y como somos.. Proclamados a través del tiempo como las "ventanas del alma", los ojos son reconocidos como espejos...

¿PUEDES VIVIR SIN?

¿PUEDES VIVIR SIN?

Responde la pregunta con la que consideras que es la palabra más apropiada para vivir sin ella y a continuación...

«El Amante Perfecto»

«El Amante Perfecto»

En cierta medida, todos nos enamoramos de imágenes. Llevamos esas imágenes dentro de nosotros, esperando encontrar su...

6 Comentarios

  1. Marco de emme

    Muchas gracias! 🙂

    Responder
  2. Celia Margarita Garay

    Hola Rosa,te agradezco mucho todo lo que me mandás,es muy interesante,es para reflexionar y ponerlo en práctica.A veces parecen temas simples pero si uno los analiza son muy profundos y reparadores.Gracias nuevamente.

    Responder

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *