¿Alguna vez has despertado de un sueño y has tenido la sensación de haber perdido la creatividad? El paso del «modo» subconsciente al «modo» consciente ha hecho que perdamos buenas ideas o eso es lo que creemos cuando nos levantamos de un sueño bruscamente. En esos casos, las iluminaciones cotidianas tienden a evaporarse y a reemplazarse por una nube de bruma mental combinada con frustración; y es que a veces las buenas ideas suceden cuando menos lo esperamos, cuando menos las buscamos (bañándonos, mirando por la ventana, soñando, lavando platos…).
Y aunque a todos nos haya sucedido que, en uno de esos momentos de distracción meditativa se nos ocurra una buena idea o una buena solución a un problema, tendemos a desaprobar, por ejemplo, el acto de simplemente mirar por la ventana; de ausentarnos del mundo unos momentos mientras llevamos a cabo una tarea automática. Curiosamente, a veces, es justo allí donde tenemos que estar. Los repentinos destellos de entendimiento suceden en estados de distracción.
Estos son algunos actos que fomentan distracciones necesarias e iluminadoras para dar con las buenas ideas y soluciones que todos llevamos dentro. La lista es una suerte de apología a la cotidianidad y sus necesarios momentos de despejo creativo.
-Bañarse
Ducharse o bañarse fomenta una suerte de “limpieza cognitiva”. Le permite al cerebro mezclar cosas, base esencial de la creatividad. Al estarse enjabonando, por ejemplo, uno piensa en todo menos en ello, o quizá vincula el agua y el jabón con alguna otra cosa y resuelve un problema. Recordemos que Arquímedes obtuvo su “¡Eureka!” mientras se relajaba en una tina.
-Mirar por la ventana
El acto de ver por la ventana –y no necesariamente reparar en lo que uno ve– también es una de las formas del descanso y corriente creativa. Pensemos en las pinturas de Edward Hopper en las que tantas mujeres lo hacen. No hace falta que el artista nos explique que están pensando en sí mismas, reflexionando, recordando o esperando, y no viendo las cosas del mundo. No es necesario porque lo sabemos por experiencia. Alguna vez hemos dedicado tiempo a la reflexión en esa misma postura, y muchas veces ha estado acompañada de pulsos de buenas ideas o de soluciones a un problema. Uno no debe relegar el hecho de simplemente dejarse llevar –si no nos tomamos el tiempo de mirar por la ventana como un acto fundamental para entender, entonces nada de lo que hagamos tendrá mucho sentido. Requerimos momentos de distracción despejada para poder dar sentido al mundo en el que habitamos.
-Caminar
Algo similar sucede cuando caminamos. Caminar podría entenderse como un acto subversivo que nos permite estar en nuestro cuerpo y en el mundo sin estar siendo ocupados por ellos. O como un descanso, pero uno que no es una pausa porque no deja de fluir en consonancia con el mundo externo. Al estar haciendo camino, el ritmo de las cosas que van apareciendo en el trayecto se combina con el monólogo interno que ocurre dentro de nuestra cabeza, y muchas soluciones creativas se pueden destapar. El paisaje y el movimiento estimulan el inconsciente y a la vez remueven cualquier cosa que pueda estar estancada allí.
Estos actos de lo más ordinarios se convierten en actos de lo más productivos. Los periodos de incubación de ideas son dopamina (el neurotransmisor liberado cuando estamos relajados y cómodos), y a más relajación, más dopamina. A más dopamina, más creatividad. Lo importante es dejar que uno mismo se vuelva extraño, circular, inesperado. En otras palabras, habrá que procurar momentos de distracción para que la mente ceda el paso a la creatividad.
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