Ciencia y espíritu, dos palabras que para algunos pueden sonar opuestas, sin embargo no lo son. Ciencia y espiritualidad se están encontrando y reconciliando al fin en este tiempo, gracias a los continuos desarrollos e investigaciones que avanzan poderosamente, en campos como la física , la medicina o la geometría.
Profesionales de todas las disciplinas trabajan ya juntos, codo con codo, para acercar y sistematizar óptimamente lo científico y lo espiritual, siendo ejemplo de la bienestarable y necesaria dialecticidad que ambos ámbitos están flamados a desarrollar y perfeccionar en esta época, para el mayor bien de los seres humanos.
El mutuo y respetuoso estudio y acercamiento de ambos sistemas no sólo depara la complementariedad de sus conocimientos y prácticas, sino que naturalmente ha de llevar a una síntesis y unificación de los mismos, en un nuevo y perfeccionado paradigma, pleno de sentido y exactitud, suponiendo ello una expansión de nuestra comprensión y experiencia acerca de la naturaleza de la vida y del ser humano, un conocimiento más profundo de nosotros mismos (microcosmos) y de la inmensidad que nos rodea (macrocosmos).
Comprendo que ciertas nociones fundamentales no puedan ser fácilmente captadas en un primer momento, sobre todo si sólo está siendo utilizado el hemisferio cerebral izquierdo (intelectivo, analítico-discursivo). Sin embargo, la Vida nos dotó de dos hemisferios cerebrales, cada uno con sus legítimas y necesarias funciones; y ambos están diseñados para complementarse perfectamente y darnos una visión más completa e íntegra de nuestro ser y de la realidad en que vivimos.
Es por las funciones propias del hemisferio derecho que nosotros podemos llegar a captar y sobre todo sentir -e incluso experimentar, eventualmente- la unidad inherente a todo lo que existe; donde cada parte está relacionada con las demás, formando un Todo pleno de sentido, y donde principios arquetípicos atraviesan todos los niveles de realidad, relacionando íntimamente unas partes con otras, dentro de este “orden implicado” del que habla el biólogo Rupert Sheldrake.
Siempre habrá -como es natural- quien rechace de plano esta información, escudándose en un falso escepticismo, pretendidamente científico. Pero el verdadero escéptico no se cierra en banda ante algo que a priori realmente no puede negar o afirmar. No muestra el dogmatismo, fanatismo y prejuicio propios de los actuales (y pasados) inquisidores científicos y religiosos, tan refractarios al progreso y a la recta y genuina práxis científica. El verdadero escéptico, en cambio, está abierto a lo que pueda ser demostrado o probado (ahora o más adelante), y a lo que él mismo pueda experimentar y comprobar en sí mismo.
En este sentido, yo felicito y bienestaro al ateo que tiene el coraje y la lucidez de hacer apostasía de su propio ateísmo, para acceder a una mayor comprensión y experiencia de la realidad, más allá de los extremos y dogmas de las religiones instituidas y del cientifismo-nihilismo materialista.
Sólo quienes han dejado atrás la infantil etapa de lactancia de ideologías, pueden comenzar a caminar el sendero de la auténtica espiritualidad (que forma unidad indisoluble con la auténtica y más avanzada CIENCIA), donde hallarán solución todas las paradojas, contradicciones y condicionamientos artificiales, internos y externos.
Freeman
Hola. Todos los temas expuestos son antorcha de luz para la orientación en sabiduría y crecimiento espiritual para la humanidad. Gracias por este espacio.
Excelente artículo!, es mi formas de pensar. Como Profesora de Lengua encontré el contenido claro, conciso y dejando a la mente del lector en una ubicación pensante.Felicitaciones.
Muy interesante!
Muy interesante.. ..