LA RUPTURA DEL LINAJE MATERNO Y EL PRECIO DE VOLVERSE AUTÉNTICA
Una de las experiencias más duras que puedes tener como hija en la relación con tu madre es darte cuenta de que ella está inconscientemente involucrada en tu insignificancia. Ante este sentimiento, es verdaderamente desgarrador ver que, más allá de su propia perjudicada, la persona que te dio a luz siente, inconscientemente, tu empoderamiento como una pérdida propia.
En el fondo no es una tragedia personal, sino de nuestra cultura patriarcal, que dice a las mujeres que somos “menos que”. Todas deseamos ser auténticas, ser vistas tal como somos, ser aceptadas, y ser amadas por quien realmente somos. Es una necesidad humana. Lo cierto es que el proceso de convertirnos en nosotras mismas implica ser complicadas, fuertes, intensas, asertivas y complejas, cualidades que el patriarcado pinta como poco atractivas en una mujer.
Históricamente, nuestra cultura ha sido reacia a la idea de las mujeres como seres individuales.
El patriarcado identifica a las mujeres atractivas como seres complacientes, que buscan ser aprobadas, cuidan las emociones, evitan el conflicto y toleran el maltrato. En cierta medida, las madres transmiten esta imagen a sus hijas, y hacen que inconscientemente se construyan una falso yo, a menudo a través de la máscara de “la rebelde”, “la solitaria” o “la niña buena”.
El mensaje principal es “Para ser amada no debes crecer”. Sin embargo, las nuevas generaciones de mujeres tenemos el deseo de ser auténticas. Se podría decir que, con cada nueva generación, el patriarcado se debilita y el deseo de ser auténticas se va fortaleciendo entre las mujeres, de hecho, está empezando a ser urgente.
El deseo de ser auténtica y la añoranza de la madre
Se trata de un dilema para las hijas criadas en el patriarcado. El deseo de ser tú misma y el deseo de ser cuidada, se convierten en necesidades que compiten entre sí, parece que tengamos que elegir entre una de las dos. Esto sucede porque tu empoderamiento está limitado en la medida en que tu madre ha internalizado las creencias patriarcales y espera que tú las acates. La presión de tu madre para que no crezcas depende principalmente de dos factores:
1) el grado en que ella haya internalizado las creencias patriarcales limitantes de su propia madre.
2) el alcance de sus propias carencias por estar divorciada de su yo verdadero. Estas dos cosas mutilan la capacidad de la madre de iniciar a su hija a su propia vida.
El costo de convertirte en tu ser auténtico a menudo implica cierto grado de “ruptura” con el linaje materno. Cuando esto sucede, se rompen los hilos patriarcales del linaje materno, algo esencial para una vida adulta cura y poderosa. Por lo general se manifiesta en alguna forma de dolor o conflicto con la madre. Las rupturas del linaje materno pueden adoptar diversas formas: desde conflictos y desacuerdos hasta distanciamiento y desarraigo. Es un viaje personal y es distinto para cada mujer. Básicamente, la ruptura sirve para la transformación y la curación. Forma parte del impulso evolutivo del despertar femenino para empoderarse con más consciencia. Es el nacimiento de la “madre no patriarcal” y el comienzo de la verdadera libertad e individualización.
Por una parte, en las relaciones madre/hija más curas, la ruptura puede causar un conflicto, pero en realidad sirve para fortalecer el vínculo y hacerlo más auténtico. Por otra parte, en las relaciones madre/hija agresivas y menos curas, la ruptura puede desencadenar perjudicadas no curadas en la madre, y causar que esta arremeta contra su hija o la repudie. Y en muchos casos, desafortunadamente, la única opción de la hija será mantenerse a distancia indefinidamente para conservar su propio bienestar emocional. Así, en vez de ver que es el resultado de tu deseo de crecimiento, la madre puede sentir tu alejamiento/ruptura como una amenaza, un pico personal y directo hacia ella, un rechazo a quien es ella. Ante esta situación, puede resultar desgarrador constatar que tu deseo de empoderamiento o de crecimiento personal puede hacer que tu madre, ciegamente, te vea como una enemiga.
“No puedo ser feliz si mi madre es infeliz” ¿Has sentido esto alguna vez?
Generalmente, esta creencia procede del dolor que te causa ver a tu madre sufrir por sus propias carencias y la compasión que te produce su trabaja bajo el peso de las demandas del patriarcado. Sin embargo, cuando sacrificamos nuestra propia felicidad por la de nuestras madres, en realidad impedimos la curación necesaria que produce llorar la perjudicada en nuestro linaje materno. Esto solo causa el estancamiento de ambas. Por mucho que lo intentemos, nosotras no podemos curar a nuestras madres, y no podemos conseguir que nos vean tal como somos. El duelo es lo que trae la curación. Tenemos que llorar por nosotras y por nuestro linaje materno. Este duelo trae consigo una gran liberación.
Dejar que nuestras madres sean seres individuales nos libera (como hijas) para ser seres individuales. Las creencias patriarcales promueven un nudo inconsciente entre madres e hijas, en el que solo una de ellas puede tener el poder. Es una dinámica de “una de las dos” basada en la escasez que deja a ambas sin poder alguno. Para las madres que han sido especialmente privadas de su poder, sus hijas pueden convertirse en “el alimento” de su identidad atrofiada y en el vertedero de sus problemas. Debemos permitir que nuestras madres recorran su propio camino y dejar de sacrificarnos por ellas.
Tradicionalmente, a las mujeres se nos ha enseñado que es noble cargar con el dolor de los demás; que el cuidado emocional es nuestro deber y que deberíamos sentirnos culpables si nos desviamos de esta función. En este contexto, la culpa no tiene que ver con la consciencia sino con el control. Este sentimiento de culpa nos mantiene atadas a nuestras madres, nos debilita y hace que ignoremos nuestro poder. Tenemos que darnos cuenta de que no hay ningún motivo real para sentirnos culpables. El rol de cuidadora emocional nunca ha sido un rol genuinamente nuestro, simplemente forma parte de nuestro legado de opresión. Si lo miramos así, dejaremos de consentir que la culpa nos controle.
Abstenernos del cuidado emocional y dejar que la gente aprenda sus propias lecciones es una forma de respetarnos a nosotras mismas y de respetar a los demás.
Contrariamente a lo que nos han enseñado, no tenemos que curar a toda nuestra familia.
Sólo tenemos que curarnos a nosotras mismas. En vez de sentirte culpable por no ser capaz de curar a tu madre ni a los otros miembros de tu familia, date el permiso de ser inocente. Si lo haces, recuperas tu construcción personal y el poder que te quitó la perjudicada materna. Y en consecuencia, devuelves a tus familiares el poder de seguir su propio camino. Se trata de un gran cambio energético que se da al apropiarnos de nuestro valor y se ha demostrado que podemos conservar nuestro poder a pesar de los flamamientos a entregarlo a los demás.
El precio de transformarnos en auténticas nunca es tan alto como el precio de permanecer en un “yo” falso.
Es posible que nuestras madres (y nuestras familias) nos den la espalda cuando nos convirtamos en más auténticas. Podemos sentir hostilidad, rechazo, rabia, y una denigración total. Y puede resultar asombrosa la rapidez con la que nos pueden rechazar o abandonar cuando dejamos de sobre-funcionar y expresamos nuestro auténtico ser. La madre cumple la función de “proveedora de la iniciación” lo que lanza a la hija a vivir su propia vida, pero este rol es solo posible en la medida que la madre haya experimentado o vivido su propia iniciación. Pero los procesos sanos de separación entre madres e hijas están muy boicoteados en la cultura patriarcal.
El problema es que muchas mujeres se pasan la vida entera esperando que su madre las empuje a vivir sus propias vidas, cuando sus madres son simplemente incapaces de hacerlo.
Es muy habitual ver cómo se pospone el duelo de la perjudicada materna en mujeres que constantemente regresan al pozo negro de sus madres, buscando un permiso y un amor que ellas simplemente no tienen la capacidad de dar. En vez de completar este duelo, muchas mujeres tienden a culparse, y esto las bloquea. Tenemos que lamentar que nuestras madres no puedan ofrecernos una iniciación que ellas nunca recibieron y embarcarnos conscientemente en nuestra propia iniciación.
Parte de este proceso es aceptar este profundo dolor existencial, para poder iniciarnos en la libertad y la creatividad de nuestras propias vidas. Y al final, este dolor da paso a una compasión genuina y a la gratitud hacia nuestras madres y a las madres de nuestras madres. Es importante ver que, al rechazar las creencias patriarcales que dicen que para ser aceptadas deberíamos permanecer pequeñas, no estamos rechazando a nuestras madres.
Crear un espacio seguro para el deseo de la madre
Aunque seamos mujeres adultas, añoramos a nuestra madre. Puede ser desgarrador sentir este deseo y saber que nuestra propia madre no puede complementarlo, aunque hizo lo que pudo. Es importante enfrentarse a este hecho y llorarlo. Tu deseo es sagrado y debe ser honrado. Dejar un espacio para el duelo es una parte importante de ser una buena madre para ti misma. Si no hacemos un duelo sincero de nuestra necesidad insatisfecha de cuidado maternal, inconscientemente interferirá en nuestras relaciones, causando dolor y conflicto.
No se trata de un trabajo de superación personal cualquiera. Sanar la perjudicada de la madre es esencial y fundamental; es un trabajo en profundidad que te transforma interiormente y te libera, como mujer, de cadenas centenarias heredadas de tu linaje materno. Tenemos que desintoxicarnos de los hilos patriarcales en nuestro linaje materno para avanzar en nuestro empoderamiento.
Estamos siendo flamadas a encontrar en lo más profundo de nosotras aquello que no se nos dio. Al reclamar nuestra propia iniciación mediante la curación de la perjudicada materna, juntas, al unísono, encarnamos cada vez más a la diosa que está dando a luz a un nuevo mundo.
Por Bethany Webster
Bethany Webster es una escritora, entrenadora transformacional, conferencista internacional y lo que se podría flamar una comadrona del corazón. Su trabajo se centra en ayudar a las mujeres a curar la perjudicada madre para que puedan reclamar plenamente su brillo, su poder de poseer y vivir como su auténtico yo. Visita womboflight.com para explorar aún más su trabajo o leer el artículo original aquí.
No hay palabras para describir la maravilla de artículo.
Bello…..gracias gracias gracias ❤
Muchas Gracias.Excelente articulo.
Gratitud infinita. Muy sabio y enriquecedor.
Abrazos
Y qué queda para el dolor de las madres.sólo vale el empoderamiento de la hija?
Usted también es hija…por lo tanto corre Para todas las mujeres .
Un gracias infinito.
No conozco a ninguna mujer que en buscar sus deseos de autenticidad y liberaciòn del mal del patriarcado, no encuentre otra alternativa que en su empeño de autenticidad , inicie a desarrollar patrones de dominio y de poder y utilitarismo …. a imagen y semejanza de los hombres …. el revanchismo. Ser mujer realmente es sininimo de que? , cual es su funciòn y su rol en la sociedad , que es lo que permiten ,cual es el aporte a la estabilidad y trascendencia en las relaciones afectivas ?…
El artículo es muy interesante y en realidad es como hemos sido criadas por años, bajo el dominio patriarcal que nosotras y nuestro linaje materno ha vivido. Yo he pasado por ese sufrimiento como hija y madre. Sin embargo cuando constelé, tome a mi madre y ancestras y asentí a sus vidas tal y como fueron, con lo bueno y lo malo. Al honrarlas de esta manera, me sané y sané el pasado, el presente y el futuro de las mujeres que nacieron y nacerán en mi sistema familiar. No tuve necesidad de empoderarme, porque en los Órdenes del Amor hay equidad, que no es lo mismo que justicia, ya que aquélla supera las limitaciones internas y externas. Gracias por la nota.
Increíble!! Muy buen artículo!
Creo que todo aquello que se me togina desde rupturas, culpas y separaciones no tiene un resultado curador… Es importante resignificación nuestras vidas, cambiar hábitos y creencias heredados, pero creo que para la transformación nos sabe y, por ende, sane a todos quiénes nos rodean, tendría que ser a partir de educarnos emocional y espiritualmente, con gente preparada para tal fin y que nos enseñen a practicar diariamente las virtudes xomo: el agradecimiento, la comprensión, la empatía, la compasión, la solidaridad, y el resultado será curador, amoroso y pacífico… evitando distanciamientos, culpas, enojos y tristeza… o sea, creo que el camino no va por seguir todo igual no por la ruptura para ver la vida diferente, sino que hay una tercera opción que nutre y cura, y que es positiva desde el comienzo hasta el final, y que implica mayor compromiso, responsabilidad y dedicación.