Tomaremos como punto de partida la idea de que el ser humano somos un ser de naturaleza holística, un microcosmos complejo que se manifiesta como una triada de personalidad, alma y mónada o espíritu.
Atendiendo a la clasificación y definición de la Escuela Teosófica, la personalidad es nuestro yo inferior, la forma, el cuerpo. Además, la personalidad tiene una triple manifestación: el cuerpo mental, el cuerpo emocional y el cuerpo físico. El alma es el yo superior, la conciencia, el canal que une el espíritu y la materia, el principio mediador; la mónada o espíritu es el yo Divino, nuestra verdadera esencia, lo que en realidad somos.
Para conocernos, evolucionar e iniciar cualquier proceso de curación, para conseguir avanzar en nuestro camino de crecimiento personal, debemos partir de la naturaleza holística del ser: el ser humano es un todo, una unidad que transciende a la suma de las partes, todas son interdependientes y todas están interconectadas. Cuando nuestro cuerpo físico enferma, el resto de cuerpos (emocional, mental, etc.) se van a ver afectados en mayor o menor medida.
Cuando con frecuencia pensamos que nuestra vida es un desastre, que somos estúpidos, que no alcanzaremos nuestros objetivos…, o que la vida es maravillosa, que somos prósperos y afortunados, podemos llegar a convertir dichos pensamientos en creencias. Esas creencias o «pensamientos forma» quedarán reflejados en nuestras células, que a su vez emitirán un tipo de energía en frecuencia similar a la de ese pensamiento, influyendo en nuestro cuerpo físico y, en definitiva, en todo nuestro ser.
Creo que la idea de Caroline Myss «nuestra biografía se convierte en biología», refleja a la perfección cuál es nuestra verdadera naturaleza. Debemos tener presente que nuestros pensamientos, nuestras emociones, nuestros estados de ánimo son energía que de una forma u otra se va a manifestar en nosotros y por tanto también en nuestra vida.
Si nuestra estima es baja, si pensamos que no valemos nada y que no somos lo suficientemente buenos, nuestro tercer chacra, el del plexo solar, funcionará de forma inarmónica o quedará bloqueado, y los órganos y glándulas de esta zona podrán verse afectados. Pero además, la energía que irradiaremos al exterior a través del plexo solar contendrá la información de «baja estima» y, ¿qué ocurre entonces?
Una de las principales consecuencias será que, en virtud de la Ley de la Atracción o del Magnetismo, acercaremos energías de frecuencia similar, enviamos al exterior energía de baja vibración y, por tanto, acercamos energías consonantes, es así de sencillo; pero además, cuando nuestros centros energéticos o chacras se bloquean o funcionan de forma inarmónica, en el sentido contrario a las agujas del reloj, ocurre lo que en psicología se denomina «proyección»: continuando con el mismo ejemplo, si el chacra del plexo solar no funciona de forma armónica debido a que nuestra autoestima está por los suelos, expulsaremos la energía hacia fuera y, cuando miremos al exterior, veremos esa energía y pensaremos que eso es el mundo, cuando en realidad es solo un reflejo del sentimiento que tenemos hacia nosotros mismos.
Somos energía, un diseño perfecto que transciende al cuerpo físico. La energía contiene información y todas nuestras experiencias quedan reflejadas en nuestro organismo. Nuestro sistema celular recogerá, a través de un complejo proceso, la energía de nuestros pensamientos y emociones.
Por tanto, si aprendemos a ser conscientes y a reconocer nuestras creencias, estaremos dando el primer paso para nuestra transformación. Pero además, si conocemos las características de nuestro sistema energético, las enseñanzas que recoge cada uno de nuestros principales centros de energía o chacras, si aumentamos nuestro nivel de consciencia con respecto a nuestra verdadera naturaleza, estaremos en el camino hacia la evolución consciente y la cura.
Encuentro muchas personas que creen firmemente que son un cuerpo con un nombre, nada más. Yo soy Juan, Luis o María y tengo tal o cual característica, tal o cual miedo y tal o cual deseo. Sin embargo, el «Yo Soy» es otra cosa muy distinta.
Limitarnos a nuestra personalidad, a nuestro yo egoico nos aleja de nuestra verdadera esencia. Los seres humanos somos un perfecto holograma que transciende al plano físico, somos hechos a imagen y semejanza de lo Divino, en nuestro interior se halla la paz, el amor, la armonía y la sabiduría innata. Reconocernos como algo más que la propia personalidad, superar los límites de la razón, el ego y las energías de nuestros chacras inferiores nos va a permitir entrar en contacto con nuestra alma y, por tanto, con nuestra intuición, nuestra fe, nuestro propósito de vida y nuestra conexión con lo Divino (enseñanzas propias de los chacras superiores).
Disponemos de siete chacras principales (vórtices de energía) que se sitúan verticalmente desde la base de la columna hasta nuestra coronilla. Los chacras inferiores (primero, segundo y tercero) contienen información y enseñanzas relativas a nuestra personalidad, y los chacras superiores (cuarto, quinto, sesto y séptimo) las que se refieren a nuestra alma.
Si bien antes de nacer los chacras se van desarrollando desde el séptimo (chacra de la coronilla) hasta el primero (chacra raíz), el proceso se va a invertir en nuestro nacimiento, momento en el que comenzamos a crecer energéticamente desde el primer centro hasta el séptimo. La energía de cada uno de los chacras principales se desarrolla cada siete años. Así, desde nuestro nacimiento hasta los 7 años de vida estaremos trabajando las enseñanzas y características propias del primer chacra o chacra raíz, de los 8 a los 14 las del segundo chacra, y así sucesivamente.
En realidad, la mayoría de las personas centran su atención en superar los problemas vinculados con los chacras inferiores: la autoestima, problemas emocionales, la creatividad, dificultades en las relaciones, el trabajo, el dinero, la del amoridad o la supervivencia, entre otros. Debemos limpiar lo suficiente nuestra personalidad para ponerla al servicio de nuestra alma y dejar que sea ella quien guíe y aliente nuestras elecciones y, por ende, nuestras vidas.
Evidentemente, esto no es algo que podamos conseguir de la noche a la mañana ni a través de fórmulas mágicas. En ocasiones, nos engañamos pensando que superaremos nuestros miedos, nuestros traumas y nuestras dolencias tan solo con entregárselas a un terapeuta o a un médico; de esta forma, estamos trabajando con la energía del «no soy capaz». Y para poder despertar, para conocernos realmente e iniciar cualquier cambio interior o proceso de cura, debemos entender que cada uno de nosotros somos los protagonistas y verdaderos artífices de nuestra transformación.
Los procesos de crecimiento y evolución consciente son fundamentalmente internos, y las terapias y los terapeutas tan solo somos herramientas que ayudarán a encauzar este camino para redescubrir lo que somos.
¿Y qué técnica es la que más me va a ayudar? Nunca he tenido respuesta para esta pregunta y, francamente, creo que nunca la tendré. Actualmente existen un sin fin de técnicas y tipos de terapia y todas, absolutamente todas, son igual de válidas. El Reiki, la Sanergia, las Flores de Bach, la Bioenergética, el Masaje Sacrocraneal, la Musicoterapia, la lectura de Aura o la lectura de Registros Akáshicos, son tan sólo algunas de ellas.
En este sentido, lo más importante es encontrar aquella técnica con la que vibramos, con la que nos sentimos más cómodos y conectados, porque será justamente esa, y no otra, la que se convierta en nuestro bastón en el que apoyarnos para nuestra andadura en la consciencia de lo que somos.
Almudena Migueláñez
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