La osteoporosis nos hace débiles a una edad en la que es difícil combatirla con cualquier tipo de deporte que sea exigente. Por eso, como ejercicio, el Tai Chi contra la osteoporosis es perfecto, ya que puede practicarse a cualquier edad, sea como sea nuestro estado físico actual.
La osteoporosis es un problema que afecta de manera especial a las mujeres, sobre todo a partir de la menopausia, acrecentándose con el paso de los años. Varios estudios demuestran que practicar Tai Chi mejora esta afección en las mujeres que la padecen.
La osteoporosis consiste en la pérdida paulatina de masa ósea que se traduce en una mayor fragilidad del hueso, haciendo que la fractura de muñecas, columna y cadera se puedan producir más fácilmente de lo que debiera. Así, diversos estudios han comprobado que una práctica habitual del Tai Chi proporciona grandes dosis de alivio a la vez que resta tensión, actuando así como magnífica terapia preventiva para alcanzar una mejor calidad de vida activa en la mujer.
La milenaria técnica oriental, al tratarse de un ejercicio aeróbico, activa múltiples funciones del organismo, consiguiendo de forma colateral otros beneficios para el cuerpo que están fuera de toda duda. Es más, parece ser que la realización del ejercicio aeróbico no sólo permite estabilizar el estado de la masa ósea, sino incluso ayudar a incrementarla.
No olvidemos que el Tai Chi se basa en movimientos suaves y cadenciosos, por lo que queda eliminado el peligro que conllevaría la brusquedad o exceso de esfuerzo o velocidad. Así, la posibilidad de que se produzcan las temidas fracturas desaparece. En concreto, existen una serie de ejercicios insertos en el Tai Chi que resultan tremendamente recomendables para personas con osteoporosis, así como para prevenir su aparición.
El primero de ellos consiste en situarnos en la ubicación que adquiriría un jinete sobre su montura (piernas abiertas con el mismo ancho que nuestras caderas, columna recta, coxis ligeramente hacia adentro, rodillas un poco flexionadas y mirada al horizonte) y lentamente estirar, de forma alterna, nuestros brazos hacia el frente, apretando el puño y acompañando este movimiento con una aspiración lenta y prolongada.
Otro ejercicio muy práctico, partiendo de la misma ubicación, consiste en apoyar las manos en los muslos para a continuación comenzar a describir círculos con el tronco hasta volver a llegar a la ubicación centrada, ejecutando este movimiento en ambas direcciones sucesivamente.
En tercer lugar las cervicales nos agradecerán un ejercicio consistente en girar la cabeza hacia un lado y atrás todo lo que se pueda, para luego continuar ayudándose del torso hasta que podamos ver el talón opuesto. Luego lo repetimos hacia el lado contrario, y así sucesivamente.
Por último realizaremos el ejercicio flamado «Respiración ósea«.
Para hacerlo colócate en la postura Celeste: partiendo de la postura inicia del jinete levanta los brazos por encima de la cabeza, manteniendo los codos ligeramente doblados y con las palmas de las manos hacia «afuera» y arriba, como si fueran antenas buscando una señal del espacio o paneles solares en busca del sol.
Usa tu mente para absorber la Fuerza Celeste. Tal vez el ojo de tu mente perciba un velo de luz violeta que emana de la Estrella Polar. Absorbe la energía en tus huesos a través de la cúspide de tu cabeza y de las palmas de tus manos. Siente cómo el velo violeta limpia tu médula ósea de arriba hacia abajo.
Baja las manos de manera que queden hacia el frente, a la altura de la cintura, y con las palmas apuntando hacia abajo. Esta es la postura Terrestre.
Absorbe la Energía Terrestre, es decir, la carga negativa de la Madre Tierra, a través de las plantas de tus pies, el perineo y las palmas de las manos. La Energía Terrestre puede manifestarse ante el ojo de tu mente como un velo amarillo. Siente como limpia tus huesos, como si fuera una corriente de vapor limpiador.
Una vez que hayas sentido las fuerzas Celeste y Terrestre y las hayas concentrado en el ombligo, dirige la atención a tu piel.
Puedes frotar suavemente con las manos la piel de los brazos o la cara para notar las sensaciones que se producen en ella.
Inhala y absorve el Chi de la atmósfera (iones, protones, electrones y partículas de luz) a través de tu piel y envíalo a la superficie interior de tus huesos. Siente cómo tus folículos pilosos actúan como pararrayos o antenas que acercan y absorben la energía.
Exhala, contrae ligeramente los músculos cercanos a los huesos y empuja el Chi al interior de estos para cargarlos de energía.
Sentirás tus huesos plenos, expandidos, distendidos y electrificados.
¡Muy interesante el artículo! Aunque practico tai chi (¿tai-chi, Tai Chi…?) desde hace poco, noté sus beneficios desde la primera sesión, no me atrevo a decir el aspecto curativo de su práctica, pero sí un «no sé qué» que relaja y activa a la vez y resulta maravilloso. Y lo practico, primero, porque me gusta y, segundo y sencillamente, porque es hermoso ver a otras personas cómo se mueven con la fluidez de los movimientos, casi como si el aire las balanceara…; así que a partir de ahora, practicaré con mucho más interés, y con suerte para mí, es una actividad a muy largo plazo… Gracias por el artículo y lo paso a mis contactos para que se animen.