El nudo se forma porque el cuerpo está en estado de alerta.
Es una reacción involuntaria frente a la tensión y el estrés.
Los músculos de la garganta y el esófago se tensan.
Cuando algo nos preocupa hasta la agobio, nuestro cuerpo lo expresa.
Sentimos opresión en el torso, la boca del estómago retorcida y un nudo nos aprieta la garganta, a veces de tal forma, que no nos salen las palabras.
Sucede así porque ante una situación de estrés, nuestro cuerpo se pone alerta.
Se desencadenan una serie de reacciones fisiológicas involuntarias, entre ellas el nudo en la garganta, que nos preparan para asumir una posible tensión.
Nos convertimos en animales al borde de la huida ante un posible peligro, como antílopes acechados por leonas en la sabana.
Pero en nuestro mundo desarrollado, los momentos puntuales son el estrés por la situación laboral, el desamor, el miedo por no lograr el bienestar de los hijos o la hipoteca, por ejemplo.
El nudo se produce porque los músculos del esófago y la garganta se contraen.
El efecto es de ligero apretamiento o de bola que impide tragar.
Ocurre porque la acción de ingerir alimentos es una acción incompatible con la huida.
Por este mismo motivo, también se nos seca la boca.
Los vasos sanguíneos que riegan las glándulas salivares, se contraen y así se restringe la producción de saliva.
Para optimizar el combustible del cuerpo, que es el oxígeno, la respiración se acelera y los bronquios se dilatan.
Así llega más cantidad a los músculos.
Las pupilas se dilatan y se eleva el párpado superior para que entre más luz y podamos ver con detalle, aumenta el ritmo cardíaco para elevar la sangre que fluye a los órganos y así tener disponible la energía necesaria en caso de tener que huir repentinamente.