MEDITACIÓN INFANTIL, EDUCANDO PARA LA PAZ

MEDITACIÓN INFANTIL, EDUCANDO PARA LA PAZ

Escrito por Emma Amme

08/01/2016

Hace tres años que empecé a practicar meditación. En un principio, lo hice porque quería controlar a mi mente para así evitar el sufrimiento, del tipo que fuera, y sentir esa Paz que tanto anhelaba. Ya había hecho muchos cursos sobre patologías mentales, habilidades sociales, un Máster sobre enfermería psicosocial y Salud Mental muy completo, leído decenas de libros de “autoayuda” y un largo etcétera.
Creía saber cuál era la raíz de mis patrones, de mis emociones, de mis pensamientos insanos, pero la realidad es que no tenía ni idea y nada de eso me sirvió para saber lo que era la felicidad.

Meditar me abrió una puerta a un nuevo mundo del que pensaba que ya era toda una experta: mi mundo interior. Hizo que rompiera todas esas barreras, muros que había ido construyéndome a lo largo de mi vida y que me impedían Sentir. Cada día que pasaba conocía algo nuevo de mí, algo que yo no era ni quería ser, algo que me hicieron creer que no podía cambiar.
Fui soltando poco a poco todas esas identidades que me había instaurado para protegerme y fue resurgiendo mi verdadero ser. A medida que ha ido pasando el tiempo, he logrado aceptarme tal y como soy, sin juicios, sin exigencias, sin objetivos y sin metas de perfección. Mi mente ha pasado de ser mi mayor enemiga a mi más fiel compañera y la tranquilidad, la quietud, han decidido quedarse a vivir en mí.

Es un trabajo diario de introspección, de ir quitando velos, capas de cebolla, de aprender en el ahora, en el presente, que es el único momento del que debemos viver y del que tenemos que ocuparnos pues existe ninguno más.
Ahora, miro a mi alrededor y veo el sufrimiento por todas partes. Muchos ni siquiera son conscientes y la mayoría prefieren mirar hacia otro lado porque no saben cómo enfrentarse a esa situación ni a si mismos. El miedo a la soledad, al abandono, las inseguridades, la falta de autoestima, los apegos, los orgullos, el querer “ser alguien”, en definitiva, el miedo a vivir les quita todo el poder que tienen para ser felices.

Y los niños no son una excepción. Algunos tienen la suerte de nacer en familias bien estructuradas, con unos padres lo suficientemente inteligentes emocionalmente como para educarles en un ambiente de amor, comprensión, tolerancia, respeto y compasión. Unos padres que, con su ejemplo, les enseñarán a adquirir, desde que nacen, las herramientas adecuadas para que puedan solventar de una manera correcta los problemas que les irán apareciendo a lo largo de su vida.

Aún y así, cuando salen fuera, se encuentran con una realidad distinta a la que perciben en sus casas. Una sociedad basada en la exigencia, en las altas expectativas, en el control, en la manipulación, en ser el mejor. Una sociedad acomplejada que te dice quién tienes que ser y que si te sales de sus cánones te castiga con la marginación. Una sociedad en la que habita la violencia, el egoísmo, la irresponsabilidad, la hipocresía, la incoherencia y la deshonestidad por lo que también serán influenciados por estos “valores”.
Otros no son tan afortunados y crecen desde muy pequeñitos con todo tipo de carencias afectivas y emocionales que suponen un obstáculo muy importante para que consigan el bienestar, tanto físico como mental.

Hace cinco años y medio nació mi sobrina y, desde entonces, he podido comprobar lo difícil que es para un niño expresar cómo se siente, lo importante que es que haya un adulto cerca que sepa guiarlos y lo cojos que están la mayoría para hacerlo como es debido.

Los padres lo hacen lo mejor que pueden y saben, igual que los profesores, educadores y terapeutas, pero hay mucho desconocimiento en relación a la educación emocional, que es la base para tener una vida abundante. Y no me refiero a la abundancia material, que también está incluida, sino a la amorosa, que es la que nos da la felicidad.

Si ni siquiera nosotros somos capaces de tomar las riendas de nuestras vidas, de no dejarnos llevar por nuestras emociones y de perdernos en nuestros pensamientos:

  • ¿Cómo se lo vamos a enseñar a ellos?
  • ¿Qué es lo que realmente les estamos transmitiendo?
  • ¿Qué tipo de futuro les estamos construyendo?

Dado que nosotros, el mundo, no podemos ayudarles porque hay muchos factores que se escapan de nuestras manos y que no podemos modificar, tendrán que hacerlo ellos por su cuenta. Si desde muy temprana edad aprenden a conocerse, a no tenerse miedo, a quererse, a tomar el mando de su mente, a reflexionar, a saber emocionarse, a estar atentos, a motivarse, a relajarse, a expresarse, a ser conscientes de todo lo que les rodea y de su cuerpo, a autocomprenderse, a ser creativos, a concentrarse, a sentirse, podrán eliminar las tensiones físicas y psicológicas de su día a día y descubrirán la manera de obtener la tranquilidad, la armonía y el equilibrio en si mismos sin necesidad de alcanzarlas por otros medios externos a ellos.

Educando en la autosuficiencia, independencia, autonomía y seguridad personal estaremos creando unos adultos sanos emocionalmente cuyo futuro estará gobernado por la Paz, tanto interna como externamente.

«Si le enseñáramos meditación a cada niño de ocho años,
eliminaríamos la violencia en solo una generación.»
-Dalai Lama-

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6 Comentarios

  1. DELFINA PELÁEZ

    Y?…………..CÓMO SE LE ENSENA A MEDITAR? TENGO VARIOS NIETOS DE EDADES DISTINTAS,SOY MEDITADORA,PERO….CÓMO INICIO?…PENSÉ QUE DARÍAN ALGUNA PAUTA,LO QUE COMENTARON YA LO SABEMOS,PERO….COMO SE INICIA.

    Responder
    • Neli

      Si. También esperaba leer la meditación para niños.

      Responder

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