LA PALOMA EXTIENDE SUS ALAS

la paloma extiende sus alas

Escrito por Fatima

28/02/2016

La paloma extiende sus alas es un ejercicio que beneficia nuestra caja torácica, aliviando los problemas de presión en el pecho y fortaleciendo a la vez el hígado y los pulmones.

Cuando la paloma extiende sus alas simulamos la libertad de volar por encima de nosotros y nuestros problemas, buscando el aire y la luz y el viento y la alegría.

Cuando sentimos opresión en nuestro pecho, como si un peso no nos dejara respirar, suele ser porque el peso de las espectativas o responsabilidades de otro nos presionan y ahoga.

Cuando me siento ahogado, tengo la sensación de un peso en el pecho, por lo tanto al nivel de los pulmones. También puedo tener la sensación de ahogo. Esto pueden ser mis emociones que me sobrecargan, mis inquietudes que pesan mucho, mi rebelión que ruge. Puedo sentirme agobiado por la autoridad y “el poder”, que, en mi opinión, abusa de mí.

Puedo sentir presión frente a una persona o una situación causada por una inseguridad interior profunda que hace que quisiera ver la situación resuelta rápidamente.

Sentimos que la presión viene desde afuera, del «otro»: las espectativas del otro sobre nosotros, las responsabilidades que el otro carga sobre nosotros, las metas que el otro quiere que alcancemos independientemente de nuestros deseos.

El otro controla nuestra vida, nos oprime el pecho, nos asfixia.

Para volver a respirar tengo que retirar ese peso del pecho que considero que no me corresponde. Tengo que enfrentarme a mí mismo y decidir que ya está bien, que mis metas las decido yo.

Recobro el poder que me pertenece. Tomo consciencia de la libertad que poseo. Libero mis sentimientos negativos para dejar sitio a la calma y al amor.

Cuando me libero de la carga que creo que otros ponen sobre mí se me abre el pecho para poder respirar nuevamente y tomar la vida desde el lugar que me corresponde.

Y me doy cuenta de que no era el «otro» el que ponía el peso sobre mi pecho, el que me asfixiaba, sino yo mismo quien había decidido coger ese peso que en realidad nadie esperaba ni, seguramente, deseaba, que cogiera.

Tal estado demuestra que hay un desequilibrio entre la presión de mi interior y la del exterior. Es un sentimiento muy fuerte que bloquea la libre circulación de la vida en mí.

Debo pues tomar consciencia y preguntarme si esta fuerte presión viene de mi interior y lo que, en este sentimiento probablemente muy fundamental, me impide respirar regular y profundamente.

Si es verdad que son los demás los que nos presionan y no nos dejan respirar (unos padres que esperan ver cumplidos sus deseos frustrados en su hijo, un profesor que espera ver aumentados sus éxitos a través de los nuestros) debemos deshacernos de ese peso, que no nos corresponde, devolviéndose a su dueño: «aquí te dejo tus sueños», «aquí te dejo tus metas».

Si nos damos cuenta de que somos nosotros quienes, en nuestra soberbia, decidimos aumentar un valor ficticio que vemos en los demás a través de nuestros logros, debemos pararnos y preguntarnos «¿por qué creo que debo demostrar mi padre es el mejor? ¿por qué quiero conseguir estos logros para que mi profesor brille?» Nos damos cuenta de que nosotros somos los únicos que están menospreciando el valor de aquellos a quienes amamos.

Cuando podemos aceptar esto y realmente ver la realidad de los demás, con amor, conseguimos soltar nuestro peso.

Inspiro la luz que alumbra y el amor que purifica estas emociones, las cuales así estarán equilibradas.

Para liberarnos de los pesos que nos oprimen el pecho hacemos el movimiento de la paloma extiende sus alas.

Cuando hacemos la ubicación de la paloma extiende sus alas empezamos desde la ubicación del jinete y adelantamos el pie izquierdo un paso, formando un ángulo de 90º con respecto al pie derecho, como si marcaran las 3 en punto.

Alzamos las manos a la altura del pecho e inspiramos abriendo los brazos en cruz, con las mirando hacia adelante y apoyando el peso en el pie derecho.

Expulsamos el aire suavemente mientras pasamos el peso del cuerpo al pie izquierdo a la vez que cerramos los brazos, siempre a la altura del pecho, hasta enfrentar las palmas de las manos, que permanecerán separadas el ancho del pecho. Cuando hacemos este movimiento las rodillas deben permanecer ligeramente flexionadas y levantaremos el talón del pie derecho para acompañar el movimiento con todo el cuerpo.

De nuevo inspiramos retrasando el cuerpo y abrimos los brazos, mientras pasamos el peso al pie derecho, que se apoyará completamente, y levantamos la punta del pie izquierdo para acompañar el movimiento con todo el cuerpo mientras el talón izquierdo le mantiene completamente pegado al suelo.

Repetimos este movimiento doce veces.

 

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