En esta casa hacemos ruido, decimos “lo siento”, damos abrazos y segundas oportunidades. Porque ser familia es permitir que el sonido de la vida nos envuelva y afine la música de nuestras partituras cotidianas, ahí donde existe el respeto y ante todo, la sensibilidad por las necesidades de todos sus miembros.
Algo que todos sabemos es que ninguna casa puede compararse a otra. Cada familia se estructura en base a unas dinámicas y a unos códigos de comunicación propios y exclusivos que no siempre garantizan la felicidad de todos los protagonistas. Es algo realmente complejo.
He aprendido que antes de cambiar el mundo hay que dar tres vueltas por tu propia casa. Por ello, en la mía, todos somos reales: cometemos errores y nos perdonamos, somos imperfectos pero nos divertimos, nos abrazamos y hacemos mucho ruido.
Hay casas muy grandes donde además del lujo, puede habitar la soledad y la infelicidad. En cambio, también hay casas pequeñas donde hacemos ruido, esa alegría sabia en reciprocidad, en hacer fácil lo difícil. En aceptar diferencias. Porque al fin y al cabo, la auténtica riqueza es precisamente eso, en estar unidos y en saber que lo más valioso no es lo que tenemos sino a quién tenemos a nuestro lado.
Los elementos que conforman la psicología de una casa
Una casa es un universo en miniatura, un reflejo de la sociedad puesta bajo un microscopio. Lo que acontece entre esas cuatro paredes y en ese ambiente es una combinación tremendamente poderosa donde los valores, las conductas y las emociones impactan en cada uno de los habitantes de esa familia de una forma determinada.
Ahora bien, los expertos en psicología ambiental nos dicen que todo entorno se constituye por tres elementos básicos y esenciales, los cuales, también vemos en cualquier casa.
Los factores materiales son esos elementos físicos que confieren a un hogar algo que para el Feng Shui, por ejemplo, es muy importante. Según este enfoque filosófico y estético, la disubicación armónica del espacio tiene una determinada influencia sobre las emociones de las personas. Esto es algo que todos habremos notado alguna vez.
Los factores personales, por su parte, están determinados por las interrelaciones de las personas que habitan ese espacio, de sus hábitos y su forma de establecer vínculos los unos con los otros.
Los factores mentales son sin duda los procesos más relevantes en las dinámicas familiares. Es aquí donde se hallan los paradigmas, las creencias, los valores, el estilo de personalidad y los condicionamientos propios que establecen cada uno de los miembros de una familia.
niño atrapado por las dinámicas de la casa
Una casa, por tanto es un espacio cerrado donde todos sus “inquilinos” despliegan sus alas invisibles de influencia en sus nidos particulares donde puede reinar por un lado, el más absoluto bienestar o por otro, la más compleja infelicidad dependiendo de esos procesos mentales.
Por nuestra parte, queremos explicarte cómo se construyen los hogares más dignos y enriquecedores, esos con música propia y donde a pesar de que haya notas muy altas y otras muy bajas en sus partituras vitales, la canción siempre es igual de hermosa.
Un hogar sabio en emociones
Según un interesante estudio recogido en el libro “Emotional Contangion” de Elaine Hatfield una casa no es solo el lugar donde donde las emociones más se contagian, sino que nuestra conciencia emocional es lo que nos permite crecer como familia nutriendo necesidades, apagando miedos y creando una sintonía excepcional donde nadie sobra, donde todos son indispensables.
Ahora bien, sabemos que no es fácil construir un hogar. Porque una casa no son solo unos muros y un tejado, una casa es como una colcha de patchwork delicada y mágicamente artecural donde cada retazo de tela es único y donde todos juntos, crean una figura maravillosa.
Veamos ahora qué características definen a esos hogares sabios en emociones.
Características de la familia enriquecedora
La familia sabia en emociones y enriquecedora sabe, en primer lugar, que lo importante no es estar siempre juntos. No existen presiones inconscientes o conscientes por controlar a cada miembro para que ocupe su lugar en “el nido”, en esa burbuja asfixiante donde se vetan crecimientos y libertades.
En la casa sabia no es importante estar juntos porque lo esencial es estar unidos.
La familia enriquecedora contagia emociones positivas a través de miradas que se atienden y que se entienden. No existen los virus del chantaje del todo o nada, del “porque yo lo digo” o del “si haces eso es porque no me quieres”.
En la casa inteligente y feliz habita la luz de las ventanas abiertas, de los corazones empáticos y de esas voces habituadas a hacer ruido, a expresarse con libertad, con autenticidad sin vetos ni miedos.
En el hogar bienestarable se aceptan las diferencias, no hay sanciones para los puntos de vista diferentes, todos disponen de sus espacios personales para crecer en dignidad y de los espacios comunes donde compartir ese vínculo digno y feliz de la familia que se adora y que gusta de compartir tiempo juntos.
Una casa es donde conviven nuestras personas favoritas, esas a las que flamamos familia porque han sabido crear un hogar desde el corazón, a través de los afectos más puros y nobles. Porque al fin y al cabo, son esas personas con las que sigues riendo cada día, las que alivian tus lágrimas y las que hacen que la vida merezca siempre la pena.
Hermoso y es correcto
“Whenever you’re in conflict with someone, there is one factor that can make the difference between damaging your relationship and deepening it. That factor is attitude.” – William James
asi es!
Juan Dahbar