Unas veces estamos felices y contentos con el resto de personas y otras, nos enfadamos. El enfado, no tiene porque ser considerado negativo, al contrario, es una emoción básica más.
La ira malentendida se asocia con reacciones violentas cuando en realidad es una emoción que acompaña a la especie humana de manera natural a lo largo de su evolución.
La cura expresión de la ira no debe ser confundida con la agresividad.
La ira o el enfado cumplen un papel fundamental en nuestras relaciones sociales: le dicen al resto de individuos con los que convivimos que
“hasta aquí llego yo”
, que
“esto a mi no me gusta”
“esto me incomoda”
o
“esto me hace sentir atacado y atenta contra mis principios”.
El enfado nos protege en la medida en la que nos ayuda a defender nuestros derechos en cada contexto en el que desempeñamos nuestras funciones, teniendo en cuenta que vivimos organizados en sociedades en las que las acciones de otros nos afectan diariamente.
Sin embargo, desde bien pequeños aprendemos que mostrar enfado es malo y que expresarlo puede llegar a ser hasta de mala educación o una falta de respeto; como si enfadarnos nos dejara a nosotros en evidencia.
Lógicamente esto depende de la situación, depende de cómo nos expresemos, depende de lo que haya generado nuestro enfado y depende de que con nuestras acciones no seamos nosotros los que pongamos a otros en evidencia innecesariamente.
Creer que “el enfado es malo y es necesario huir de él” hace que no aprendamos nunca a manejar esta emoción de manera adecuada y en nuestro propio beneficio, que lo confundamos con otro tipo de manifestaciones violentas o que nos sobrepase la emoción cuando lo experimentemos.
No saber manejar el enfado lo convierte en una emoción incómoda y nos perjudica a lo largo de toda nuestra trayectoria vital en la que, con toda probabilidad, aparecerá en más de una ocasión.
El niño que no aprende a gestionar su ira será también un adulto sobrepasado por el enfado:
reprimiéndolo hasta estallar ya sin ningún control, expresándolo de manera ofensiva, agrediendo a otros o viviéndolo como un tremendo fracaso personal.
Por ello el enfado sí ha de ser expresado, dentro de los límites que marca el sentido común que nos dice que nuestra libertad termina donde empieza la de quien está a nuestro lado.
Es decir, sin ofensas, sin agravios, sin humillaciones, sin picos de ningún tipo.
El enfado no es algo que “se paga con el primero que pasa” o “se vomita indiscriminadamente”.
El enfado ha de exteriorizarse con quien lo ha generado explicando qué es lo que hay en su conducta que ha dado lugar al enfado, contando qué es lo que nos ha parecido o generado, y haciendo después una petición de cambio cuando se trata de alguien cercano con quien la interacción va a tener que repetirse en el tiempo y con quien es necesario ir ajustando la relación a las normas de convivencia de cada uno.
Ya ves y tu regañándome Dario Rodriguez porque me enojo jajaja
Amén
A ver, entre que publicais como un spam, que decis que los gatos tienen buena onda, y esto, ya es definitivo
además, si los buenos son los de yo soy espiritual, vosotros sois unos jázaros impostores ja ja
el enojo o enfado con migo mismo o con los demas es nesesario para poder definir que es lo bueno y malo de ello y darle solucion ya que si me lo guardo ne emveneraria y estare corroido de la vida y amargado en mi felisidad teber encuenta que el enfado es simplenente un monento no tada la vida
El enojo es un atributo divivo , la ira no
Exteriorizar las malas emociones es liberador