NUESTRO DERECHO A NO SER MADRES
NUESTRO DERECHO A NO SER MADRES

NUESTRO DERECHO A NO SER MADRES

En este post volvemos la mirada hacia algunas de las presiones que siguen sintiendo las mujeres en torno al ejercicio o no de su maternidad, porque tenemos el don sagrado de la maternidad responsable y con él nuestro derecho a no ser madres o a tener tantos hijos como podamos asumir…

De los muchos estigmas que siguen cargando las mujeres, quizá el más duro sea el que acarrean las mujeres que libremente deciden no ser madres.

Es como el último reducto de las actitudes patriarcales y continúa en el inconsciente colectivo de hombres y mujeres.

Se acusa a estas mujeres de alejarse de su femineidad, cuando no, directamente, aparece cuestionada su identidad del amor.

Se busca un porqué a su «extraña decisión» aunque no ocurre lo mismo cuando es el hombre el que decide no tenerlos.

Se les tilda de egoístas y desnaturalizadas, de no querer ( como si de un delito se tratase) cambiar su modo de vida.

Incluso se plantea si poseen algún tipo de tara, bien genética, bien psicológica, que les impida oír la flamada del reloj biológico que, por supuestísimo, tiene que estar animándolas a traer más niños a este mundo superpoblado.

Incluso, quienes hacen un ejercicio mental de traspasar la norma colectiva, les felicitan por su «valiente decisión», que no deja de ser una discriminación, positiva, pero discriminación, porque no se suele felicitar al hombre por semejante decisión.

Va siendo hora de normalizar la situación, va siendo hora de entender y reivindicar que ser madre o no es una decisión tan personal e intransferible como cualquier otra en la vida, que nos encontramos simplemente ante mujeres, sin adjetivo añadido.

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Ni son más valientes ni menos, ni más egoístas ni más altruistas, ni más feministas ni menos femeninas.

Mujeres que deciden ejercer su derecho a decidir sobre sus vidas, algo que debería constituir la normalidad.

Otras decidimos ser madres, pero también nosotras cargamos con el peso de los estándares de la MATERNIDAD, si, la que se escribe con mayúsculas, la que tiene unas normas tácitas bajo las que somos continuamente examinadas y juzgadas.

Si decidimos tener un único hijo, el ejercito del bien se nos echa encima insistiendo, a la mínima de cambio, conque DEBEMOS darle un hermanito…

Si decidimos no amamantar a nuestros bebés somos tan egoístas y desnaturalizadas como las que deciden no traerlos, o incluso peor, porque habiéndolos traído les negamos el elixir de oro ( poco importa que tu leche sea o no de calidad, eres mala malísima)

Si decidimos trabajar cuando el bebé es pequeño y tiramos de guatemperaría se nos mira de reojo, pero como osemos a llevarlos a guatemperarías para viver de un tiempo a solas, entramos de inmediato en el CLUB DE LAS MALAS MADRES, e incluso podemos escuchar algo así como:

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-PUES NO HABERLO TENIDO…

Para echarse a reir… porque evidentemente, quién dice eso es quien lleva desde que te emparejaste por primera vez preguntándote cuándo vas a tener hijos…

Complicadillo, ¿no?… No os preocupéis, os dejo un listado de cómo ser una MUJER como nuestro género manda.

  • Desearás ser madre por encima de todas las cosas
  • No dejarás, bajo ningún concepto, a tu pobre hijo sin el inigualable amor de un hermano ( que se lo digan a Caín y Abel)
  • Amamantarás a tu bebé bajo cualquier circunstancia ( pero serás cuidadosa de no ofender a nadie mostrando tus senos en público)
  • No trabajarás hasta que el niño vaya al colegio salvo imperativo económico
  • No dejarás a tu pequeño a cuidado de nadie para realizar actividades propias
  • Queda terminantemente prohibido olvidarse de preparle el almuerzo para su recreo.
  • Vivirás pendiente del wassap de mamis para consultar los deberes que tu hijo olvidó anotar.
  • Jamás ( casi hasta que se independicen) saldrás una noche de fiesta sin sentirte terriblemente culpable y, por supuesto, madrugarás, con resaca o sin ella, para prepararle el desayuno y llevarle a su entrenamiento.
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Veis como no era tan difícil… Sólo hay que ser MUJER…

Tristes, y no tan exageradas, ironías aparte, la mujer sigue en el ojo de la crítica social en función del ejercicio de su maternidad.

Lo más increíble de todo esto es que, rara vez, esta presión viene por parte de los hombres, salvo que estén implicados en el proceso.

Es como un virus inoculado a lo largo de la historia, que se activa en la doble X de nuestro ADN. y que nos hace víctimas y verdugas de nuestro propio género.

Es el juicio de mujeres que tragaron con la norma no escrita y que castigan a las que optan por decidir si quieren o no ser madres, de cuántos hijos, y qué tipo de maternidad quieren ejercer.

Y eso, amigas mías, debemos frenarlo….aunque sólo sea por nuestras propias hijas…