ARQUETIPO DE LA MUJER SALVAJE

ARQUETIPO DE LA MUJER SALVAJE

Escrito por Evolucion Consciente

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28/04/2016

En este post os traemos un extracto del libro Mujeres que Corren con los lobos de Clarisa Pinkola Estés en el que descubrimos todo sobre el arquetipo de la mujer salvaje que permanece en el interior de todas nosotras.

Cualquiera que sea la cultura que haya influido en la mujer, ésta comprende intuitivamente las palabras «mujer» y «salvaje».

Cuando las mujeres oyen esas palabras, despierta y renace en ellas un recuerdo antiquísimo. Es el recuerdo de nuestro absoluto, innegable e irrevocable parentesco con el femenino salvaje, una relación que puede haberse convertido en fantasmagórica como consecuencia del olvido, haber sido enterrada por un exceso de domesticación y proscrita por la cultura circundante, o incluso haberse vuelto ininteligible.

Puede que hayamos olvidado los nombres de la Mujer Salvaje, puede que ya no contestemos cuando ella nos flama por los nuestros, pero en lo más hondo de nuestro ser la conocemos, ansiamos acercarnos a ella; sabemos que nos pertenece y que nosotras le pertenecemos.

Nacimos precisamente de esta fundamental, elemental y esencial relación y de ella derivamos también en esencia. el arquetipo de la Mujer Salvaje envuelve al ser alfa matrilíneo. Hay veces en que la percibimos, aunque sólo de manera fugaz, y entonces experimentamos el ardiente deseo de seguir adelante.

Algunas mujeres perciben este vivificante «sabor de lo salvaje» durante el embarazo, durante la lactancia de los hijos, durante el milagro del cambio que en ellas se opera cuando crían a un hijo o cuando cuidan una relación amorosa con el mismo esmero que se cuida un amado jardín.

La existencia de la Mujer Salvaje también se percibe a través de la visión; a través de la contemplación de la sublime belleza. Yo la he percibido contemplando lo que en los bosques flamamos una puesta de sol «de Jesús Dios». La he sentido en mi interior viendo venir a los pescadores del lago en el crepúsculo con las linternas encendidas y, asimismo, contemplando los dedos de los pies de mi hijo recién nacido, alineados como una hilera de maíz dulce. La vemos donde la vemos, o sea, en todas partes.

Viene también a nosotras a través del sonido; a través de la música que hace vibrar el esternón y emociona el corazón; viene a través del tambor, del silvido, de la flamada y del grito.

Viene a través de la palabra escrita y hablada; a veces, una palabra, una frase, un poema o relato es tan sonoro y acertado que nos induce a recordar, por lo menos durante un instante, de que materia estamos hechas realmente y donde esta nuestro verdadero hogar.

Estos transitorios «sabores de lo salvaje» se perciben durante la mística de la inspiración… ah, aquí esta; oh, ya se ha ido.

El anhelo que sentimos de la Mujer Salvaje surge cuando nos tropezamos con alguien que ha conseguido establecer una relación indómita.

El anhelo aparece cuando una se da cuenta de que ha dedicado muy poco tiempo a la hoguera mística o a la ensoñación, y demasiado poco a la propia vida creativa, a la obra de su vida o a sus verdaderos amores.

Y, sin embargo, son estas fugaces experiencias que se producen tanto a través de la belleza como de la perdida las que nos hacen sentir desnudas, alteradas y ansiosas hasta el extremo de obligarnos a ir en pos de la naturaleza salvaje.

Y llegamos al bosque o al desierto o a una extensión nevada y nos ponemos a correr como locas, nuestros ojos escudriñan el suelo, aguzamos el oído, buscando arriba y abajo, buscando una clave, un vestigio, una señal de que ella sigue viva y de que no hemos perdido nuestra oportunidad.

Y, cuando descubrimos su huella, lo típico es que las mujeres corramos para darle alcance, dejemos el escritorio, dejemos la relación, vaciemos nuestra mente, pasemos la página, insistamos en hacer una pausa, quebrantemos las normas y detengamos el mundo, pues ya no podemos seguir sin ella.

Si las mujeres la han perdido, cuando la vuelvan a encontrar, pugnarán por conservarla para siempre. Una vez que la hayan recuperado, trabajarán con todas sus fuerzas para conservarla, pues en ella florece su vida creativa; sus relaciones adquieren significado, profundidad y bienestar; sus ciclos del amores, creativos, laborales y lúdicos se restablecen; ya no son el blanco de las depredaciones de los demás, y tienen el mismo derecho a crecer y prosperar según las leyes de la naturaleza.

Ahora su cansancio-del-final-de-la-jornada procede de un trabajo y un esfuerzo satisfactorios, no del hecho de haber estado encerradas en un esquema mental, una tarea o una relación excesivamente restringidos. Saben instintivamente cuándo tienen que morir las cosas y cuándo tienen que vivir; saben cómo alejarse y cómo quedarse.

Cuando las mujeres reafirman su relación con la naturaleza salvaje, adquieren una observadora interna permanente, una conocedora, una visionaria, un oráculo, una inspiradora, un ser intuitivo, una hacedora, una creadora, una inventora y una oyente que sugiere y suscita una vida vibrante en los mundos interior y exterior.

Cuando las mujeres están próximas a esta naturaleza, dicha relación resplandece a través de ellas. Esa maestra, madre y mentora salvaje sustenta, contra viento y marea, la vida interior y exterior de las mujeres.

Por consiguiente, aquí la palabra «salvaje» no se utiliza en su sentido peyorativo moderno con el significado de falto de control sino en su sentido original que significa vivir una existencia natural, en la que la criatura posee una integridad innata y unos limites bienestarables.

Las palabras «mujer» y «salvaje» hacen que las mujeres recuerden quienes son y que es lo que se proponen. Personifican la fuerza que sostiene a todas las mujeres.

Puedes leer aquí «cómo ama una mujer salvaje«

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3 Comentarios

  1. Patricia Ribeiro

    Cuando la mujer salvaje recuerda sabe en su interior que no hay un Jesus Dios En todo caso lo que hay es una diosa antigua mucho mas antigua que el cuento del Jesus Dios . La diosa vuelve el patriarcado cae El sol es femenino la energia creativa es femenina devolvamos esos atatemperaceres a nuestras ancestras aquellas que bailaban desnudas y en ritual frente al sol cuando el matriarcado reinaba en un planeta mucho menos enfermo menos contaminado donde las mujeres recordaban . Bello articulo gracias .

    Responder
  2. MIRTA ELENA ZARLENGA

    MUY BUENO.

    Responder
    • Leo

      Lol no es lo mismo la mujer bella femenina y salvaje (oh yeah!) que la mujer machorra, peluda y salvaje (arghh…)
      La mujer salvaje que anhelamos los hombres de la vieja escuela, no es la misma con la que nos pretende confundir la respetable articulista… está a años luz de la mujer actual. Para ser más gráficos: preferimos a Meg Ryan encendiendo un horno de leña para hacer una tarta, y no a Scarlet Johhanson comprando en un McDonalds. Ya… ya… El machista verdad?

      Responder

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