GESTIONAR DESDE EL AMOR LAS RABIETAS DE LOS NIÑOS

Escrito por Evolucion Consciente

Las publicaciones son de autores muy interesantes que hemos leído y que compartimos para el beneficio de muchas personas que requieren ayuda. Si tu eres uno de esos autores y consideras que tu articulo no debe estar en nuestro blog, por favor escríbenos y lo retiraremos sin problemas

02/07/2016

Queremos compartir en el post de hoy el maravilloso artículo escrito por Yvonne Laborda para aprender a entender y gestionar, desde el amor, las rabietas de los niños. Aunque es algo más extenso de lo habitual su sencillez y su claridad, son un auténtico tesoro que debería ser leído por todos aquellos que tenemos contacto con niños.

Tanto los niños como cualquier persona adulta requieren dar expresión a sus emociones y sentimientos. Los niños son auténticos y espontáneos por tanto sienten sus emociones intensamente.

Cuando las expresan es para hacernos ver y darnos cuenta de su gran mal estar.

Las emociones y sentimientos están para ser sentidas y expresadas. Son el mecanismo de supervivencia que la naturaleza nos dio para conectar con aquello que nos produce dolor o nos falta.

No obstante, muchos aprendimos a ocultar hace ya muchos años por miedo a ser juzgados, criticados, no aceptados, rechazados, regañados, castigados o no queridos.

Llamarle rabieta, berrinche o pataleta al comportamiento de un niño cuando requiere expresar una intensa emoción o sentimiento de gran mal estar es emitir un juicio y etiquetarle.

Su sentimiento de frustración e impotencia es tan grande que lo requiere expresar llorando o gritando.

En ocasiones les negamos sus pulsiones innatas o sus necesidades más básicas no son satisfechas.

Cuando sentimos miedo, agobio, frustración, desvalorización, impotencia, enfado, juicio… Los índices de adrenalina y cortisol suben en nuestro cerebro.

Esto causa una reacción emocional descontrolada en los niños y dolor de cabeza o migraña en adultos.

En ese preciso momento para que los índices bajen requieren nuestra serenidad, calma, amor y tiempo para poder relajarse y calmarse. Si nos descontrolamos nosotros no se sentirán seguros ni aceptados y vuelta a empezar…

Tienen derecho a sentirse mal. Nuestra responsabilidad es intentar evitar dichas situaciones o en caso de que ocurran acompañar amorosamente validando y nombrando lo que sienten.

En mi opinión, lo más importante no es cómo vamos a acompañar estas “rabietas” o qué podemos hacer para que se calmen una vez ya han perdido el control. Eso vendría después.

Nuestra responsabilidad como adultos es ir más allá y aceptar y reconocer que detrás de cada “berrinche” hay un motivo absolutamente valido y legítimo seamos conscientes de ello o no.

No ser conscientes ni saber qué le produjo o le sigue produciendo tal malestar no nos exime de la responsabilidad de intentar averiguarlo para, de este modo, poder evitarlo en un futuro. Si nuestra mirada estuviera más en cómo se SIENTEN en vez de en cómo se COMPORTAN evitaríamos muchos conflictos.

Ningún niño llora, grita o se enfada para molestar o ridiculizar a sus padres. Simplemente hacen lo que la naturaleza programó y diseñó. Como ya he comentado las emociones y sentimientos están para ser expresados no reprimidos

. Ya sabemos que tener que reprimir emociones negativas para obtener la aprobación de los demás causa alteraciones en el comportamiento y el aprendizaje y nos distancia de nuestro ser esencial, pero ese ya sería otro tema.

Nosotros, los adultos, somos quienes les podemos hacer de modelo a la hora de mostrar nuestras emociones y sentimientos. Desafortunadamente a muchos de nosotros también nos faltan herramientas y queremos y requieremos que sean los niños los que se controlen para que nosotros no perdamos el nuestro.

La verdad es que debería ser al revés a mi entender. Si estamos en un lugar público aun nos sentimos peor por miedo a ser juzgados por las demás personas. En esos momentos nos deberíamos preguntar:

¿Qué me pasa a mí cuando mi hijo no cumple mis expectativas o las de los demás?

¿Dónde y de quién aprendí a tener miedo de ser juzgado por los demás?

¿Por qué me preocupa más los que los demás estén pensando y sintiendo que lo que piensa y siente mi hijo ahora mismo?

¿Cómo reaccionábamos nosotros de pequeños al enfado o la frustración y cómo lo gestionaban nuestros padres?

En esos momentos sería necesario darle voz a nuestro hijo:

¿Hay algo que pudiera yo hacer para hacerte sentir mejor?

¿Necesitas algo?

¿Puedo abrazarte o besarte?

Entiendo que estés muy ofuscado o frustrado por que… pero es que…

¿Quieres decirme o pedirme algo?

Si en ese momento no puede hablar ni escucharnos, pasadas unas horas podemos nombrar lo pasado y darle voz de nuevo.

Solemos ser autoritarios y arbitrarios con los niños, les mandamos, les obligamos, les chillamos, les damos prisas, les criticamos, les sermoneamos, les juzgamos, les castigamos, les premiamos, les comparamos, les evaluamos, les examinamos…

En resumen, tienen muy pocas ocasiones para poder ser ellos mismos y tomar sus propias decisiones.

Viven en un mundo hecho por y para los adultos. En ocasiones se les tiene muy poco en cuenta. Somos los adultos quienes decidimos cuando van a dormir, cuando se levantan, cuando tienen que ducharse, cuando, qué y cómo deben comer, qué ropa deben ponerse y cual no, cuando pueden jugar o no y de qué forma y cuanto tiempo, qué y cómo deben aprender y a qué ritmo, con quien los dejamos…

Nuestras necesidades y deseos casi siempre se anteponen a la de los niños. Son ellos quienes deben adaptarse a nosotros y a esta rápida y estresante forma de vida. Algunos pensaréis que exagero y en especial los que nos denominamos padres conscientes y que practicamos la educación y la crianza respetuosa.

No obstante, el comportamiento de nuestros hijos da evidencias de que quizás algunas necesidades no están siendo satisfechas y de que hay cierto malestar.

Pongámonos por un momento en su lugar. En sus cuerpecitos, en sus mentes, en sus corazoncitos, en sus almas… ¿Qué pensáis que puede estar sintiendo vuestro hijo, nieto o alumno ahora mismo?

Y no sólo esto sino que además nosotros, sus padres, las personas más importantes para ellos, estamos la mayor parte del tiempo tensos, ocupados y preocupados por seguir el ritmo que nos hemos impuesto. No somos, en ocasiones, el mejor modelo para ellos.

Los niños requieren de nuestra atención y presencia diaria. ¿Cuántas horas o minutos reales al día estamos presentes y conectados con ellos? No me refiero a compartiendo el mismo espacio cada uno haciendo lo suyo. Me refiero a estar con nuestro corazón y mente con y para ellos, sin móviles, sin tareas, sin pensar… Simplemente estando, compartiendo, escuchando, mirando…

Muchas veces piden cositas materiales o dulces como pedidos desplazados de atención. Se sienten vacíos, emocionalmente hablando, y requieren llenarse.

Necesitan ser queridos incondicionalmente y no por cómo se comportan o por lo mucho que aprenden.

Necesitan ser mirados, escuchados y tenidos en cuenta.

Necesitan poder tomar algunas decisiones sobre sus propios gustos, preferencias e intereses.

Necesitan poder ir a su ritmo. Necesitan poder equivocarse para darse cuenta y poder aprender.

Necesitan no ser juzgados ni criticados.

Necesitan ser aceptados por quienes ya son y no por quienes esperamos y deseamos que sean.

Necesitan sentirse respetados y dignos de nuestro amor. No son diferentes de los adultos, simplemente son más jóvenes pero seres humanos con las mismas necesidades que nosotros, los adultos.

Nosotros de niños necesitábamos lo mismo pero se nos olvidó. Y muchos no lo tuvimos, quizás por esta razón nos es tan difícil el poder darlo ahora de adultos. Es tremendamente difícil dar lo que no se tuvo. No tenemos ningún registro emocional o modelo a seguir. Solemos hacerles a los niños lo mismo que nos hicieron.

Ayudémosles a llegar a ser quienes han venido a ser. Hagamos todo lo posible para llegar a ser la mamá o el papá que ellos requieren que seamos.

La infancia es la etapa más corta de la vida de un individuo y es la que queremos que pase más rápido. Y paradójicamente toda nuestra vida va a depender de cómo hemos vivido esos primeros años de amparo o desamparo. ¿Por qué nos cuesta permitir que los niños sean niños cuando realmente lo son?

Un niño de 2 años, 5 años o 9 años sólo puede ser un niño de 2 años, 5 años o 9 años durante 1 año de su vida. Nunca más lo volverá a ser.

La infancia es la etapa más importante de un ser humano. Todo nuestro carácter, personalidad, características, habilidades, cualidades, pasiones, talentos, principios y creencias dependen de la infancia que hemos vivido.

Es cuando los niños hacen todas las conexiones neuronales necesarias para su futuro aprendizaje. Es cuando entienden cómo funciona el mundo. Es cuando se forja su autoestima, seguridad, empatía e identidad. Es cuando aprenden los valores de los adultos que les rodean.

Es cuando se conectan o desconectan de su mundo emocional. Es cuando pueden conectar con su ser esencial o no para luego poder tomar sus propias decisiones. Es cuando más dependen de nosotros y de nuestro amor incondicional. Nos requieren ahora, hoy, en este preciso instante. Hay una frase que me gusta mucho: “Mamá, mamá… quiéreme cuando menos me lo merezca porque será cuando más lo necesite…”

Dicho todo esto y viendo un poco más la realidad emocional de los niños, yo me pregunto cómo no van a tener reacciones emocionales explosivas de vez en cuando con lo que están teniendo que soportar y vivir.

Dicho así podría parecer que estoy exagerando, ¿verdad? Muchas veces no vemos el escenario completo, sólo vemos que ha perdido el control por qué quería esto o lo otro y pensamos que ese juguete o esa golosina es el motivo o el causante de una rabieta. La verdad es que hay mucho más en juego pero no nos paramos a verlo ni somos conscientes de ello.

Los caprichos y las rabietas simplemente son las experiencias que ellos utilizan para podar dar expresión a su malestar interno. El juguete o golosina simplemente son lo que requieren para descargar todo lo demás.

Cuando un niño se descontrola tanto cuando le decimos “no” a algo no es sólo por ese “no” sino por todos los “noes” que lleva escuchando hace tiempo. Me explico, al negarle algo a un niño pequeño él lo vive como una negativa a su pulsión vital, a sus deseos, a su vida, a su ser y a su persona. Y en ocasiones no puede soportarlo.

¿Qué podemos hacer entonces? No les vamos a dar todo lo que quieren, ¿verdad? Por supuesto que no, pensaréis algunos. Si a un niño le hablamos, le explicamos, le escuchamos, le entendemos, le aceptamos tal y como es sin resistirnos a él, desde que es pequeño, le será más fácil entender que algo no poder ser o no lo puede tener.

No es lo mismo informar de un límite y validar sus emociones que limitar arbitrariamente. Tampoco es cuestión de que seamos nosotros quienes tenemos todo el control o que lo tengan ellos. Se trata de no hacerles tantas cosas “a” los niños y de hacer más cosas “con” ellos. Hablarles, explicarles, validar sus emociones y nombrar nuestras necesidades e intentar complementar las suyas en la medida de lo posible.

Necesitan que seamos más cómplices y menos rivales. Hay mucha desconexión emocional y falta de comunicación entre padres e hijos hoy en día y mucha trabaja de poder. Eso en ocasiones es la causa real de muchas rabietas.

No pasamos suficiente tiempo con ellos. Me refiero al tiempo que ellos requieren no al que nosotros estamos dispuestos a darles. Les falta presencia, mirada y aceptación.

Aunque sea poco el tiempo que pasemos con ellos si es con presencia y conexión ellos lo notan y lo agradecen. Sus deseos son importantes para ellos al igual que los nuestros lo son para nosotros.

Muchas veces podemos pensar que nuestro hijo es distinto, que nosotros si le estamos dedicando tiempo y le queremos y aceptamos y sin embargo sigue comportándose del mismo modo.

En esos momentos es cuando más nos requieren y más conscientes tendríamos que estar de su malestar y desconexión. Cuando nos sentimos bien nos comportamos bien. Cuando nos sentimos mal nos comportamos mal. Esto es así para los niños y para los adultos.

Es muy difícil para un niño poder gestionar su malestar y su falta de conexión con papá y mamá. Se siente solo, confuso y perdido. Simplemente lo expresa y nosotros lo nombramos como rabietas, pataletas o berrinches. Como si eso formará parte del diseño humano o fuese una etapa evolutiva de su desarrollo. Esas expresiones son el efecto secundario del malestar o desconexión que sienten por dentro. Son el síntoma, no el problema en sí.

Un niño feliz, contento, satisfecho, amado incondicionalmente, (sin condiciones, simplemente por ser quien es) respetado, tenido en cuenta, valorado… no requiere explotar emocionalmente.

Se enfada o se frustra, claro está, como a todos nos pasa de vez en cuando pero si estamos con él y le validamos y le acompañamos y damos nombre a eso que le pasa seguro podrá gestionarlo y entenderlo. Tenemos que sostenerles.

No se trata de evitar todas las situaciones hostiles ni de permitirlo todo. Se trata de cómo lo gestionamos y de entender el origen de tal malestar y aceptar nuestra parte de responsabilidad.

Hay quienes defienden que los bebes y niños lloran para dar expresión al estrés a modo de descarga por lo que están soportando como si eso fuese algo natural. Que un niño sienta estrés no es natural en absoluto. Que un niño necesite descargarse no es natural.

Personalmente, discrepo con este argumento ya que el estrés es causado por un aumento de adrenalina y cortisol en el cerebro por un gran miedo, malestar o experiencia traumática. Pensar que un niño requiere llorar y patalear para sanarse no es del todo exacto.

Un niño requiere amor, contacto, apego, presencia, permanencia, disponibilidad, mirada y escucha para sanarse. Si llora y patalea es porque sigue sintiéndose mal y desconectado emocionalmente de mamá y papá.

Cuando ya explotó, es porque hubo la carencia emocional, malestar o necesidad no satisfecha y es entonces cuando requiere poder expresarlo y sacarlo pero no confundirlo con que esa es la forma natural de dar expresión al estrés.

Esa es la forma natural y única que tiene un niño de pedir auxilio, amor, mirada, comprensión, aceptación, presencia, atención… Una vez hay estrés sí habrá que sacarlo y expresarlo. Nosotros estamos para ver, aceptar, cambiar o mejorar lo que siente en ese preciso momento e intentar prevenirlo en un futuro.

Simplemente hacerle sentirse bien. Llora y patalea por qué se siente mal y desconectado, no lo olvidemos.

Podemos hacer algo para causar bien estar y paz interna y entonces tal expresión deja de ser necesaria. Incluso bebes que han nacido de partos muy traumáticos teniendo que ser separados de sus madres para ser intervenidos quirúrgicamente no han requieredo casi llorar si luego han podido estar cuerpo con cuerpo con su madre (método canguro). Lloran cuando viven la experiencia hostil, mientras la están sintiendo en sus entrañas, no cuando ya pasó.

Somos los adultos quienes requieremos llorar viejas perjudicadas. Los niños viven el aquí y el ahora. Si aun así, tomando conciencia de lo dicho anteriormente, no podemos evitarles un berrinche, claro está, tendremos que acompañarles de la forma más amorosa, sostenedora y respetuosa posible. Con palabras o silencios, caricias, abrazos, disculpas…

Si les gritamos, castigamos, exigimos que se callen les causamos aún más frustración y por consiguiente más mal estar al no ser comprendidos y la rueda sigue y sigue. Nuestra mirada debería estar en evitar tales escenas y vivencias. No pensar que son formas naturales de liberación del estrés.

Sí es posible el cambio de paradigma si estamos dispuestos y dispuestas a tomar conciencia de verdad sobre qué nos pasa a nosotros cuando nuestros hijos, o niños en general, expresan su mal estar o desconexión. Si giramos la mirada hacia los niños en momentos de malestar y necesidad de expresión emocional (ya no quiero flamarlo rabietas) veremos que todo se ve de otro modo.

Más de este blog…

El día que me amé de verdad

El día que me amé de verdad

El día que nos amamos de verdad todo cambia. Cuando nacemos no hay nada en nosotros que nos desagrade, ni nuestra...

COMO ROMPER EL PASADO

COMO ROMPER EL PASADO

El pasado no se puede romper al menos que tu lo decidas, mientras continúes pensando en el pasado y no en el presente...

27 Comentarios

  1. Celia Garcia

    Ahora no puedo tengo poca batería pero después lo leo gracias.

    Responder
  2. Teresa

    A mi no se me olvida lo q sentía y x eso no puedo replicarlo…como siempre, Muy buen artículo, gracias

    Responder
    • Leire Soto

      Oier el otro día pasé del tema porque Danel no es de rabietas y justo esta semana le han dado un para de ellas. Ha sido premonitorio! jajaja
      Así que lo leeré con atención
      Eskerrik asko pitxin

      Responder
  3. Anónimo

    Tienes toda la razon. A veces es fácil tener toda la paciencia y amor del mundo pero hay ocasiones en que no es fácil tener el control.

    Responder
  4. Susana

    Ni sé los hijos que tienes,ni tu contacto con niños pequeños. Pero discrepo totalmente en que las rabietas sean por falta de amor o expresarles nuestros sentimientos….

    Responder
  5. Yvonne Ennovy

    ja n’havia sentit a parlar abans, jijiji, laborda diu jijijiji

    Responder
  6. Graciela Tiberti

    Querida Cande me parece super interesante lo podrían leer juntos! !!!

    Responder
  7. Laura Ramos

    Maité Malgor lo que requieremos…paciencia…paciencia jajaja

    Responder

Trackbacks/Pingbacks

  1. 10 CONSEJOS PARA REDUCIR EL ESTRES INFANTIL | Evolución consciente - […] estrés infantil, desencadena en los primeros años conductas como las flamadas rabietas, falta de atención, problemas de sueño… síntomas…

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *