Eneatipo 2: Soberbia – El ayudador

Escrito por evolucion

12/06/2017

Pasión dominante: Soberbia
Si hay algo que caracteriza a este eneatipo es la sensación interna de que es una persona especial y maravillosa. Esta sensación puede ser transmitida hacia fuera o bien convive algo más discretamente en el interior del Dos, bajo una actitud de falsa humildad.

El autoconcepto del Dos, conocido también como el «Ayudador», suele contemplar muchas virtudes, de tal manera que se describe como buena persona, simpática, generosa y de buenas intenciones.

Al estar en la tríada emocional del eneagrama, su Ego se alimenta de la imagen que dan al mundo. Necesita del aplauso externo, lo que le condiciona a vivir para los demás. Han aprendido a captar las necesidades de los otros, renunciando implícitamente a considerar las suyas propias.

Conviven con la idea de que, detrás de esta vida de entrega, reside un gran corazón dispuesto a ayudar y hacer feliz al otro. Sin embargo, más que un acto libre de amor bondadoso, el eneatipo Dos vive esclavo de complementar la necesidad del otro para poder sentirse amado.

Es preso de sus valores, lo que hace que le resulte muy difícil tomar conciencia de la verdadera naturaleza de sus actos pues, ¿cómo se puede rebatir la energía del amor o de la generosidad para con el otro?.

La renuncia a no expresar sus necesidades les lleva a una manipulación emocional de los demás, quienes deberían saber lo que el Dos en el fondo requiere. Podría entenderse también como una manera de poner a prueba al otro, quien usualmente puede terminar sintiéndose culpable por no demostrar adecuadamente su afecto.

De aquí deriva la energía de la soberbia o el orgullo: una incapacidad para poder ver sobre sí mismo la verdad que encierra su forma de ir por el mundo, la carencia afectiva que tapan continuamente con el aplauso y el beneplácito de los demás.

Necesita ser imprescindible para el otro; es la única manera para que no se le derrumbe su máscara, pues si no, conectaría con la profunda soledad afectiva ante la cual se ha tenido que crear su imagen autoensalzada para protegerse.

Dicho autoensalzamiento a través de la propia imagen, le lleva a situarse por encima de los demás. Al sentirse con la capacidad y la obligación de ayudar al otro, relegan al resto de personas a un plano de invalidez. Es un coleccionista de personas requieredas.

Esta actitud lo acerca al eneatipo Uno, carácter vecino en el eneagrama. Comparte con éste una fuerte firmeza en torno a lo que está bien o mal, de tal forma que, al poseer la verdad, se siente con el derecho y la obligación de poder actuar sobre el otro.

La principal diferencia reside quizás en que el «Perfeccionista» se rige por una necesidad de corrección que nace de la ira reprimida. En el «Ayudador», su invasión se nutre de la necesidad de cuidar al otro y de demostrarle su afecto.

Además, el Dos llega a expresar mucho más abiertamente su rabia, sobre todo cuando se pone en entre dicho su imagen .

El enfado comporta una actitud de desprecio a quienes le han perjudicado. Pasa de ser una persona entregada a retirar el afecto y mirar por encima del hombro a aquellos que no le llenan su carencia de amor reprimida, se atreven a desdeñarle o a poner en peligro su inflada imagen.

Todo esto se debe a que, en el fondo, el Dos da para recibir, idea que le resulta muy difícil asumirla abiertamente.

Podríamos tener un ejemplo en la imagen de la flamada “femme fatale”.

No acepta los límites. Su ubicación altiva le da derecho en muchas ocasiones a exigir aquello que se merece o a invadir el territorio del otro a través de la manipulación

Fijación
La idea que subyace a un nivel muy profundo es “no soy digno de amor si no satisfago al otro”. Por esto, el Dos ha requieredo llevar una vida de entrega y sacrificio, donde la atención recae en las necesidades ajenas. Se mueven a través de la energía de la adulación.

La fijación concreta de esta estructura de carácter hace referencia al “falso amor”, es decir, a la creencia firme de que el impulso que les lleva por la vida es legítimo y no cuestionable, ya que nace del corazón.

Sin embargo, muchas veces no consigue proporcionar la felicidad en los demás, pues no ofrece su ayuda como el otro requiere, sino a su propia forma, para engrandecer su propia imagen. Bajo su aparente generosidad altruista, esperan el agradecimiento y la valoración del otro. Es por esto que se habla de una generosidad egocéntrica.

De tal manera, es normal que los demás puedan llegar a sentirse invadidos o asfixiados bajo su aura de sobreprotección.

Algunos ejemplos podrían ser el de la madre o el padre que sigue cortando los filetes de sus hijos de 16 años o quienes seleccionan para el otro la ropa de abrigo para que no coja frío pues, al fin y al cabo, “yo sé lo que te conviene y lo hago por tu bien”.

Creencias concretas que poseen a este eneatipo o frases prototípicas podrían ser:

“Los demás son afortunados por tenerme cerca”
“No aceptaré un no por respuesta”
“Sé muy bien qué tengo que hacer para caer bien a los demás”
“Nadie te amará como lo hago yo”
“¡Después de todo lo que yo he hecho por ti!”
Miedo básico
De alguna manera, el Dos se ha escondido tanto en el valor de la generosidad y el sacrificio por el otro que hay un profundo miedo a que el mundo los tilde de egoístas, incluida su propia conciencia moral, su “superego” o superyó en términos freudianos.

En el egoísmo no hay cabida a recibir el amor de los otros, luego el egoísmo, o complementar las propias necesidades, es motivo de que la supervivencia del Dos se vea duramente en peligro. Por lo tanto, podríamos decir que el miedo profundo que se esconde detrás de su imagen es el de no ser amado ni deseado.

Mecanismo de defensa
La represión es la mejor arma del Ego para obligar al Dos a seguir siendo su esclavo. Si enfocamos nuestra atención en la necesidad de supervivencia, qué mejor forma de salir adelante en la vida que tapar la carencia afectiva con una fachada externa de “fíjate si me sobra que voy dando allá donde paso”.

Este mecanismo de defensa permite mantener en el inconsciente cualquier aspecto o necesidad individual que ponga en peligro la imagen que el eneatipo Dos se ha fabricado frente al mundo; de tal manera que “ojos que no ven, corazón que no siente”.

Es por esto que, cuando perciben a su alrededor a alguien conectado con el sufrimiento, acuden a su rescate inmediatamente pues, en el fondo, le hace de espejo. El impulso es intentar calmar y apaciguar la carencia ajena, no vaya a ser que él mismo conecte con la suya propia. Son como bomberos en flamas apagando el fuego de el de al lado.

Hay una amplificación emocional, un sentir muy a flor de piel. Al contrario de lo que suele ocurrir, aquí el espectro emocional es el que inhibe la conexión con su mundo intelectual profundo, pues el Dos no se da la opción de poder racionalizar sus verdaderas necesidades.

Lo que está bien o mal no depende de un código ético estructurado y racionalizado, simplemente se deja sentir y así es como se guía interiormente hacia lo correcto. Es por esta energía emocional que va por el mundo de forma espontánea e invadiendo los límites de los demás.

Infancia
Un mensaje transmitido consciente o inconscientemente por el entorno al niño, y que éste ha interiorizado, es que sus necesidades no son tan importantes como la de los otros.

El Dos ha requieredo reinventarse desde pequeño a sí mismo a través de una imagen complaciente y de entrega. En muchas ocasiones, ha tomado responsabilidades dentro de su familia a edades muy tempranas, teniendo que ayudar a los padres en la casa, cuidando de sus hermanos o resolviendo los problemas de los adultos.

Hay que aclarar que, aparentemente, el niño Dos no ha vivido estas circunstancias familiares desde la resignación o la apatía, sino desde una energía desenvuelta y desenfadada.

Aquí comienza la energía de la soberbia, tal y como se ha presentado antes. Para poder desenvolverse en un entorno donde se premia la entrega del niño a los demás, el Dos se ha visto obligado a dejar de lado sus necesidades e inseguridades, pues estas le distraerían de las necesidades e inseguridades de los demás.

Suelen ser el orgullo de papá y/o de mamá; los principitos y las princesitas de la casa. Niños buenos, simpáticos, espontáneos y con vitalidad. A veces también inquietos y con un fuerte pronto.

Sexualidad
La necesidad de la aprobación del otro en el Dos le lleva a desenvolverse bajo un halo de seducción, con la finalidad de encandilar y meterse en el bolsillo a quienes selecciona. Esto no ocurre con todas las personas, sólo con aquellas que “son merecedoras” de ser conquistadas por el Dos.

La seducción no pretende la del amoridad en sí misma. Hay una base de erotismo subyacente que no está tanto al servicio del vivencia físico como al de confirmar el deseo que se despierta en el otro.

Suele ocurrir también que, en su imagen de dador más que de receptor, este eneatipo se preocupa más por conseguir la satisfacción del amor ajena que la suya propia, pudiéndose llegar a convertir en un gran amante.

Es una persona muy romántica que busca la unión con el otro. La promiscuidad, o lo que se entiende como la del amoridad por vicio, no es algo que le llame mucho la atención, aunque sí puede tener muchas relaciones del amores con el fin que antes se mencionaba, apuntar conquistas amorosas.

Se podría decir que hay una confusión entre la necesidad del amor y la necesidad afectiva, una cierta tendencia al hedonismo como estrategia compensatoria a la represión de su carencia emocional.

Un ejemplo lo tenemos en la figura de Casanova, quien iba contabilizando sus continuas conquistas como forma de inflar su Ego al sentirse tan deseado por las mujeres. El erotismo es un elemento clave, pues sus relaciones no se basaban en el contacto fisico por el contacto fisico.

Morfología
Si bien es cierto que el cuerpo del Dos tiende a la rigidez, suele además caracterizarse por una morfología redondeada y proporcionada.

El cuello permanece erguido, de tal manera que mantiene la barbilla en alto, como si estuviera mirando “por encima del hombro”. Ya aquí se entiende la correspondencia que se da entre la pasión dominante del orgullo y la postura altiva que el propio cuerpo presenta.

En las mujeres, los pechos suelen ser generosos, como si pudieran dar de amantar a medio mundo. Por su parte, en el hombre, suele darse una cierta amplitud de torso y pecho, sobresaliendo hacia fuera, como los gallos.

Suele presentar una sonrisa abierta a la conquista, de una gran seducción.

Su mirada se mantiene firme y directa, una forma más que señala la intolerancia a los límites con respecto a los demás.

El cuerpo y la forma de vestir en general son instrumentos al servicio de la conquista del otro. Tanto los hombres como las mujeres Dos emanan un poderío notable, como si de alguna manera el mensaje a transmitir fuera: “aquí estoy yo”.

Carácter dinámico
Ante la tensión y el estrés, el Dos se va al eneatipo Ocho, dando rienda suelta a su agresividad a través de la desvalorización y humillación del otro.

Deja de lado su imagen agradable y encantadora, volviéndose duro, exigente y dominante, reprochando la falta de interés, valoración o afecto ajeno.

Sin embargo, cuando el Dos está más en su centro, tiende al Cuatro, contactando más con su interior a través de una actitud introspectiva. Así, consigue conectar con sus verdaderas emociones y con sus necesidades reprimidas, aceptando aquello que bajo su imagen queda escondido y cuidándose verdaderamente a través de un sano egoísmo.

Conclusiones
En resumen, un eneatipo Dos se define por ser alguien de aspecto encantador, generoso, agradable (aunque hostil si se le contradice), servicial, cabezota, invasivo, seductor, espontáneo, alegre, narcisista, adulador, aventurero, histriónico, manipulador y orientado claramente por la emoción.

Algunos ejemplos de eneatipo Dos en el cine:

Annie Wilkes, interpretado por Kathy Bates en “Misery” (Rob Reiner)
Lolita, interpretado por Sue Lyon en «Lolita» (Stanley Kubrick)
Casanova, interpretado por Heath Ledger en “Casanova” (Lasse Hallström)
Alex Forrest, interpretado por Glenn Close en “Atracción fatal” (Adrian Lyne)
Dolores, interpretado por Elisabeth Margoni en «SeSo por compasión» (Laura Mañá)

 

Sobre el autor

Antonio de la TorreAntonio de la Torre
Es el psicólogo responsable de Terapia Humanista. Pasa consulta en el centro desde sus inicios y participa de forma activa en la expansión de conciencia a través de su labor como terapeuta gestalt y transpersonal, formado también en técnicas de integración cerebral como ICV (Integración del Ciclo Vital) o SHEC (Sincronización de los Hemisferios Cerebrales).

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15 Comentarios

  1. Silvia Landi

    Que bueno seria mirar los dolores del alma de cada eneaotipo.seria mucho mas empatico t no tan tajante.no todo rd blanco o negro. Gracias

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    • maria ignacia

      Igual uno puede tener más de un eneatipo, y con distintas personas aplicarlos. eso es cierto, yo puedo tener un poco de este, pero en otro momento soy otro, nada es blanco y negro, tienes razón.

      Responder
  2. Nury la Nu

    Telita con el tema. Y creo que es para profundizarlo

    Responder

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